Reportera de intensidad irrenunciable.
Con una pasión en volcán activo.
Tiene más de cuatro décadas en la profesión y no se quebranta.
La vertiente de sus fuegos y emociones es el libro que tituló “Una voz de los ochenta”.
Silvia Yermani anuncia que son testimonios de una periodista de “El diario de Cooperativa”.
Y mucho más.
Puso sustancia y convicción en la emisora que proclamó su independencia en los tiempos de la dictadura.
Luchó por la libertad y el respeto a los derechos humanos, triturados por la hora de desaparecidos, exiliados y exonerados.
Estudió periodismo en la Universidad de Chile.
En los 80 sobresalió en el área sindical, perseguida por el régimen cívico militar.
El retorno a la democracia se engarza con el estímulo de reporteros sin miedo, siempre atentos a la recuperación.
Holló por distintos senderos, especialmente en radio y, además, en medios escritos. Su tránsito la llevó a los sectores de trabajo, economía, salud y minería.
Silvia Yermani relata sin propósitos literarios y absolutamente libre de egolatrías.
Sus afanes se siembran en multitud de trabajos. Y, a veces, en el dolor de la cesantía.
Debutó en Cooperativa con el encargo de que hiciera entrevistas para alentar el apoyo a la Teletón. Pensó en el cardenal Raúl Silva Henríquez, humilde y valiente.
Subió hasta la Virgen del San Cristóbal y grabó el cristiano mensaje.
Un día después almacenó la voz de un médico especialista en rehabilitación. De pronto, advirtió que lo hizo sobre las palabras del cardenal en la cinta magnetofónica.
Lloró.
Silva Henríquez comprendió y le habló de nuevo. “No llore, hija”, le dijo él, comprensivo.
Las anécdotas son una lluvia constante. También el rescate de palabras de dirigentes que anhelaban la democracia.
Silvia Yermani evoca, como ejemplo, las manifestaciones pro libertad encabezadas por Rodolfo Seguel, presidente de los trabajadores del cobre.
Ella recuerda la inquietante represión a una marcha desde la Alameda a la Plaza de Armas.
El ritmo no cae en sosiegos.
Silvia prefiere el sustantivo al adjetivo.
Denuncia a jefes desleales, que no reconocieron su brillante labor. Sin eufemismos, se refiere a una colega trepadora, obscena y floja, que llegó con artimañas a grandes jefaturas.
Después, los años del desencanto reseñan su decepción cuando los políticos que promovieron la democracia se convirtieron en burócratas del poder.
“Una voz de los ochenta” es una obra leal, correcta y muy sincera.

Por Enrique Ramírez Capello

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