Por Enrique Ramírez Capello

Era serenense de origen, periodista de extensiones e izquierdista de corazón.
Conocí a José Gai Hernández en la meseta de los 70. Yo dirigía la “Revista del Sábado” de “Las Últimas Noticias”. Él debutó con un excelente dibujo del plantel futbolístico de Unión Española. Imágenes perfectas. Colores amables, con acuarela.

Luego transitó a la muestra de su prosa inteligente y disciplinada. Sus crónicas hollaron senderos floridos y novedosos. Así desentornó un universo vasto y gentil de observaciones frescas y sensibles.

Épocas de severas restricciones a la libertad de expresión en el régimen militar. Gai supo sortearlas con sabiduría y astucia.
A horcajadas en sus conocimientos y tenacidad llegó a la Jefatura de Informaciones. En ese cargo atajó imposiciones de la dictadura y de textos prefritos.

No aceptaba la autocensura. Las autoridades del diario confiaban en Gai, a pesar de la voz de colegas prooficialismo.
Compartimos más de 15 años en el periódico.
Percibí su afán de trabajo, su fidelidad a las abundantes pautas de Raúl González Alfaro, subdirector, y después de Iván Cienfuegos Uribe en ese puesto.

Durante años fue Editor Nocturno. Estaba atento a la generación de noticias, tras las 21 horas, cuando se cerraba la edición regional.
Sencillo, con trazas de galán imprimía su huella en sonrisas femeninas.
José Gai murió el 15 de junio último, asediado por un cáncer.
Tenía 71 años y se había consagrado en los ámbitos del dibujo, la creación de novelas y la pintura.
Recuerdo que un día lo llamó desde España Joan Manuel Serrat.
Gai lo había retratado. El cantante se enteró y le agradeció.
Cuando fui Editor de Deportes, Pepe me propuso una tira cómica: Noñobáñez.
Ironizaba con Luis Santibáñez, director técnico de la selección chilena que jugó en el Campeonato Mundial de 1982.
Asistí a ese torneo que se disputó en España.
Capté la molestia del entrenador con esa caricatura.
Con la firma de Malatesta, Gai exhibió una faceta creativa y talentosa.
Una noche de bohemia, muchos periodistas ya semiebrios marchamos por calles y puentes de Providencia.

Nuestro propósito era tomarnos el diario, que considerábamos “usurpado” por un ingeniero comercial.
En el camino, Gai nos hizo pasar por su taller de arte.
Se sorprendió con gratitud cuando reconocí a quien estaba en el retrato principal. “Es Carlos Verdejo”, le dije. Sí: el mejor jugador de la historia del equipo de la camisa granate de La Serena.

En el último doble fusilamiento (a los sicópatas de Viña del Mar) a Gai se le encomendó dibujar la pena de muerte. El periodista encargado de la misión se emborrachó y no lo dejaron entrar a la cárcel. Gai hizo los dibujos pertinentes y se encargó de escribir la crónica.
Al final, cuando supo que tenía cáncer, les pidió discreción a sus familiares y amigos.

Lo enterraron en privado en La Serena, la ciudad querida.
Réquiem por un artista del periodismo.

(Crédito fotografía Diario El Día)

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