Tras meses de denuncias y explosivas revelaciones en el Ejército y en Carabineros, en la etapa actual en que hay generales y oficiales procesados y detenidos, los chilenos hemos pasado de la sorpresa a la indignación. El expresivo resumen de un opositor (“Se mandan solos”), ha despertado molestia y enojo en algunos sectores. Pero el debate recién comienza y es necesario profundizar en la responsabilidad de la clase política en general.

Quien mejor ha resumido la situación es, sin duda, el académico Agustín Squella. En un comentario en El Mercurio planteó que (durante la transición, tras una dictadura “cívico-militar-empresarial”), “acabó instalándose en la clase política, transversalmente, una extraña mezcla de temor y embrujo por las Fuerzas Armadas. … En ese contexto hay que entender, según creo, la falta de atención de todos los gobiernos de los últimos 28 años por la probidad de la gestión que las Fuerzas Armadas han hecho de los cuantiosos recursos que reciben y por sus antiguos e injustificados beneficios. 
Nuestros institutos armados se han sabido eximidos de control y exentos del deber de dar cuenta pública de sus acciones y recursos, con los resultados que ahora todos conocemos… Ante las cuantiosas y prolongadas defraudaciones de recursos públicos al interior de las Fuerzas Armadas, nuestra clase política, de lado y lado, pone hoy cara de sorpresa y escándalo por hechos que ella misma se encargó de sembrar en el pasado”.

Este es hoy día, la esencia del debate.

No basta con proclamar que Chile vive un estado de derecho. Un país donde, por primera vez -y eso es necesario reconocerlo con vigor- se procesa a una patrulla de carabineros que dio muerte por la espalda a un comunero mapuche y negó toda responsabilidad, destruyendo la memoria de un cámara de video, es un estado donde hay sectores que “se mandan solos”. También es un país donde “se mandan solos” los militares que defraudan al fisco quedándose con “el vuelto” de los pasajes al extranjero.

En otros tiempos las grandes potencias (y también las más pequeñas) hacían la vista gorda ante la corrupción y las groseras faltas a la probidad. La toma de conciencia de que todos los abusos -de poder, sexuales y contra las minorías- deben ser condenados, enfrenta a Chile a un futuro cada vez más exigente. Es imperativo corregir drásticamente las infracciones a la ética y a la ley.

Hoy día hay un solo personaje puede pasearse impunemente por el mundo pese a las acusaciones en su contra: es el Príncipe heredero saudita, Mohamed bin Salmán. Hasta aquí se le perdonan todos sus excesos, incluido el dar las órdenes para asesinar a un periodista que había perdido u favor. Su único, pero muy sólido apoyo, es la inmensa fortuna surgida, con el aval de Estados Unidos desde el siglo pasado. del petróleo del desierto.

Pero es, felizmente, la excepción que confirma la regla.

Por Abraham Santibáñez

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