Por Abraham Santibáñez M.
Carmen Frei Ruiz-Tagle forma parte de una legión de mujeres que se han jugado ferozmente por sus seres queridos. En su caso, su padre, Eduardo Frei Montalva. Pero, como ella misma recordó, hay muchas otras mujeres cuyos maridos, hijos o hermanos fueron víctimas de la dictadura y, pese a sus esfuerzos, nunca encontraron una respuesta satisfactoria.

Lo planteó en su libro “Magnicidio”: “Si queremos construir una convivencia basada en el respeto, vivir en paz y desarrollarnos como nación, tenemos el deber de mirar de frente nuestro pasado para honrar la memoria de las víctimas y dejar atrás una historia de dolor y sufrimiento”.

El fallo del juez Alejandro Madrid no resuelve todas las dudas que surgieron tras la muerte de Frei. Pero, luego de casi dos décadas de labor, emitió seis condenas, la principal de las cuales es categórica: “Los antecedentes… resultan ser suficientes para tener por demostrada la participación del acusado Patricio Silva Garín, en calidad de autor, del delito de homicidio del ex mandatario”. En consecuencia, se le condena “a las penas de diez años de presidio mayor en su grado mínimo… inhabilitación absoluta perpetua para cargos y oficios públicos y derechos políticos y la de inhabilitación absoluta para profesiones titulares mientras dure la condena, por su responsabilidad como autor del delito de homicidio… en la persona de Eduardo Frei Montalva, delito cometido el 22 de enero de 1982

El fallo llama la atención sobre el hecho que Silva Garín “mantuvo una la relación de confianza y amistad con el ex mandatario y simultáneamente, una dependencia jerárquica del Ejército en su calidad de Oficial de Sanidad Militar”. Silva, se destaca, participó en la junta de médicos donde se discutió si el ex Presidente debía someterse o no a una intervención quirúrgica por una hernia gastroesofágica. Allí comenzó el proceso que culminó con su muerte.

Frei, según el fallo, estuvo desde antes del 11 de septiembre de 1973 sometido a vigilancia. Su ex chofer, Luis Becerra, reconoció “su participación como informante de los organismos represivos. En su libro, Carmen Frei deja constancia de que era una persona de confianza, no solo del ex Presidente, sino de toda la familia.

Después del golpe, Frei recibió toda clase de advertencias. Tras su público rechazo al plebiscito de 1980, el cerco se fue estrechando.

Esa fue la razón por la cual, cuando decidió operarse en 1981, su familia le recomendó que se realizara la intervención fuera de Chile. Pero no hubo caso. El 18 de noviembre lo operó el cirujano Augusto Larraín. Al parecer no hubo problemas. Pero el 8 de diciembre se realizó una segunda operación, esta vez a cargo del doctor Patricio Silva. Hasta hoy no hay claridad si era necesaria o no. El paciente empeoró rápidamente, y la única explicación posible es que haya estado siendo envenenado lentamente, vía endovenosa.

“Una sustancia química evidentemente colaboró a la situación”, indicó el juez Madrid en una entrevista concedida al portal web del Poder Judicial. Sin embargo, en su fallo de primera instancia no pudo acreditar el “asesinato u homicidio calificado, utilizando veneno o una premeditación”. Es evidente que habrá apelaciones.

Carmen Frei ahora está en paz. Pero el calvario no ha terminado.

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