Lo que más preocupa en la gestión del Cuerpo de Carabineros es que no da señales de haber encontrado el rumbo correcto. Aparte de los escándalos en materia financiera, el manejo del conflicto en la Araucanía ha ido de mal en peor. El domingo se supo lo que se temía desde el comienzo del último episodio: el gobierno responsabilizó a un grupo de funcionarios de haber eliminado imágenes de la grabación de los incidentes en Temocuicui.

Tal como supimos luego de lo ocurrido en la Casa Blanca de Richard Nixon, el peor camino de quien quiere eludir su responsabilidad es tratar de borrar o esconder grabaciones. Falsificar pruebas, como ya se había intentado en Carabineros es siempre una mala alternativa.

Lo gravísimo es que esta situación tenga un protagonista ya conocido (Carabineros), en un mismo escenario (la Araucanía). Las violentas manifestaciones en Temuco, Santiago y otros lugares son una inevitable reacción frente a una percepción no solo de la incapacidad de la fuerza pública, sino de sus conductas delictuales de encubrimiento.
Durante años, en democracia, la violencia ha ido escalando sin control. Cuando, presionados por el horror provocado por la muerte de los esposos Luchsinger, el cuerpo de Carabineros se vio obligado a mostrar mayor eficiencia, recurrió a la falsificación de pruebas y anunció un aparatoso plan. El resultado, como sabemos, fue un desastre.

Carabineros perdió sus últimos restos de credibilidad y confianza.
El gobierno del Presidente Piñera tuvo lo que parecía una mejor reacción: determinó un cambio profundo en el alto mando policial y anunció un plan -liderado por el ministro Alfredo Moreno- para enfrentar los males de raíz. Pero la solución no ha funcionado.

La muerte de Camilo Catrillanca lleva a concluir que la raíz del problema sigue estando en Carabineros. Un supuesto grupo de elite, que salió en persecución de un grupo de delincuentes comunes, no solo no logró capturarlos, sino que da muerte a un comunero mapuche y luego procede a borrar cualquier grabación incriminatoria.

La mayor culpa del gobierno de Michelle Bachelet fue haber confiado en Carabineros en la solución de este conflicto. Ahora que se ha demostrado que el cuerpo policial persiste en prácticas inaceptables, el gobierno de Sebastián Piñera tiene la oportunidad de hacer una limpieza a fondo. De lo contrario, el conflicto se profundizará hasta niveles inatajables. Lo planteó crudamente el ministro Moreno: “El problema en La Araucanía no es policial. Tiene raíces mucho más profundas (…) y debemos seguir trabajando”
Es lo que corresponde.

Por Abraham Santibáñez M.

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