Por Enrique Ramírez Capello

El 4 de septiembre de 1964, yo aún no tenía derecho a voto. No cumplía 21 años, edad mínima exigida para sufragar, en esa época. Lo lamenté porque estaba deslumbrado por el programa de Eduardo Frei Montalva y su anuncio de la Revolución en Libertad.

Estudiaba en la Escuela de Periodismo de la Universidad Católica. Me extasiaba. La flecha roja convocaba a los estudiantes. Proclamaba: Ni marxismo ni capitalismo, social cristianismo. La Falange daba origen a la DC.

En subsidio de no votar, nos integramos a la Marcha de la Patria Joven con entusiasmo juvenil, devoción por las libertades y convicciones religiosas. Emilio Lorenzini organizaba en regiones la cabalgata que cruzaba Chile para llegar a Santiago. Es el padre del actual diputado de ese partido. Yo leía programas, discursos y folletos, que todavía recuerdo.

Me incorporé a un grupo de profesores puentealtinos: Carlos Pérez Duque, de castellano; Ernesto Torreblanca Jiménez, ya muy culto, de filosofía, y Fernando Cid, de química y biología, originario de Lo Arcaya de Pirque. Se nos asignó la sureña región de San Carlos. Viajamos a Quirihue y Cobquecura, con nuestros lozanos discursos. Les hablábamos a explotados inquilinos sobre la Reforma Agraria.

Evoco que con ingenuidad, uno me comentó: “Pero se va a enojar el patrón…”. El día de la multitudinaria concentración en el parque capitalino, no estábamos allí: organizábamos caravanas de la Marcha de la Patria Joven. El discurso de Frei Montalva encendió brasas en mi corazón. Poético, persuasivo, original.
Demostró que era un excelente orador. Lo creo hasta ahora. Celebramos su triunfo y estimo que ha sido el mejor Presidente de Chile.

Durante su gobierno, en mis primeros trancos en el periodismo, entrevisté a Bernardo Leighton, el santo de los políticos, su ministro del Interior, y se acentuó mi adhesión. Profundizó la Reforma Agraria, generó la Promoción Popular y chilenizó el cobre. Lo entrevisté varias veces y en el epílogo de su período. ¡Muy transparente!

No fui allendista, pero estuve en desacuerdo con la ácida carta de Frei a un destacado político italiano.
En 1980, Frei ya era el principal crítico democrático de la dictadura. Dos años después eso le costó la vida, según reciente sentencia del juez Alejandro Madrid, quien lo calificó de homicidio simple.
Todos apelaron, especialmente su hija Carmen: espera condenas más severas “porque es un delito tan planificado, llevado a cabo con tanta malicia, tiene más protagonistas y no solo los 6 que están condenados”.

Eduardo Frei Montalva es Quijote de la espiritualidad, como lo bautizó Nicanor Parra.

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