Por Abraham Santibáñez M
La gran mayoría de los periodistas cree que el desafío mayor de la profesión es el cambio tecnológico. Considerando la multiplicidad de plataformas y la posibilidad de que cada persona se convierta en un emisor sin límites ni fronteras de noticias, imágenes y opiniones, se ha desatado una competencia sin precedentes entre periodistas profesionales y aficionados entusiastas.Esta visión está detrás de las fakenews, las mentiras y exageraciones que desbordan las redes sociales.

Este diagnóstico deja fuera del debate, sin embargo, algo grave: el trabajo mal hecho. Es, a fin de cuentas, un problema ético que no se percibe como tal. Y no se solo a los periodistas. La diferencia es que los errores en nuestra profesión con más notorios porque se publican.

Un ejemplo de trabajo descuidado no periodístico: la caída al mar del vuelo 803 de AeroPerú el 2 de octubre de 1996. Venía a Santiago y se estrelló a pocos minutos del despegue desde el aeropuerto Jorge Chávez.

Según un relato de la época, “los pilotos lucharon por mantener la aeronave en el aire y regresar al aeropuerto, tras la falla de varios instrumentos del avión. Como los pilotos desconocían su verdadera altitud y velocidad, el ala del avión impactó en el mar y este se estrelló segundos después”. La falla se originó en que, antes del despegue, un trabajador de mantenimiento no sacó la cinta adhesiva que cubría los llamados “puertos estáticos”, que alimentan los instrumentos de la cabina. Todos los ocupantes del avión murieron.

Un descuido no siempre tiene consecuencias tan trágicas. Pero puede producir atrasos, reclamos y molestias.

En el periodismo se insiste en algunos principios éticos fundamentales: la búsqueda deliberada de la verdad y el respeto a la dignidad de las personas. A mi juicio, estos principios se pueden resumir en una frase: “Hacer bien la pega”.

Recientemente dos canales de televisión en Chile han sido denunciados por no poner suficiente cuidado.

El 8 de marzo, el Día de la Mujer, Mega mostró imágenes de incidentes callejeros en Valparaíso, asegurando que eran “en vivo y en directo”. Surgió la duda acerca de su intencionalidad cuando se hizo evidente que eran de archivo.

Una semana después en un debate sobre los nuevos medidores de electricidad, un participante, el director del departamento de Ingeniería Eléctrica de la Usach, Humberto Verdejo, se sintió obligado a pedir, “con mucho respeto”, que no se desinformara al público. Precisó: “Me dolió la guata… la cantidad de barbaridades que he escuchado”. Se refería a quien se presentó como “consultor” del Banco Mundial. No lo era.

Teletrece, el ex canal del Angelito, acaba de modernizar su escenografía. Pero no ha mejorado el cuidado. El año pasado denunció un “adoctrinamiento” ideológico en el Liceo N°1 de Niñas. Lo ilustró (“porque sin imágenes no hay noticias en TV”), con el video de una obra de teatro del ramo de historia. Nada que ver.

Esta vez, en el mismo canal, apareció como fondo la imagen de Michelle Bachelet -sin justificación alguna- en una noticia sobre los problemas de Maduro.

El apuro o la inexperiencia nunca son una buena excusa. El avión peruano podría haberse retrasado unos minutos si el trabajador hubiera hecho bien su “pega”. Y nadie hubiera muerto.

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