Por Francisco Larenas B., periodista, ex director del Círculo de Periodistas.

El sábado 9 de mayo, al mediodía pasé a buscar un café al clásico Tavelli de Manuel Montt y comencé a sentir los dolores de cuerpo típicos de la gripe, a pesar de que estaba vacunado contra no sé cuántos bichos.

Una vez en casa, decidí meterme en la cama, porque los malestares subían de intensidad. No tenía fiebre, pero sentía un decaimiento general, matizado con temblores ocasionales.

Comencé a sacar cuentas. Todos los años que me había vacunado tenía un episodio de gripe que me botaba a la cama por 7 u 8 días. Pensé que se trataba de algún virus no cubierto por las vacunas que volvía a visitarme.

Pasaron los días, las molestias continuaban, hasta que mi mujer decidió que fuéramos al consultorio que me correspondía como afiliado a Fonasa. Había poca gente. En menos de 20 minutos me atendió una paramédico. Tomó mis signos vitales y luego pasé al box de una doctora joven que parecía astronauta con las protecciones. Me interrogó largamente. Me auscultó. Me dijo que tenía un problema respiratorio y que con los otros síntomas unidos a la hipertensión debían ser enfrenatado por una unidad especializada, porque su diagnóstico era probable CoVid y me envió en interconsulta al hospital El Salvador.

Llegué a las 14:00 hrs.

Aquí la espera fue larga, muy larga. Cada tres o cuatro horas me hacían algún procedimiento, examen de sangre, rayos X , signos vitales y a esperar un nuevo llamado en una atestada sala de espera, donde los padecimientos eran muchos. Por fin, a las 4 de la mañana un médico me atendió. Era el último paciente que quedaba, la sala de espera estaba desocupada. Diagnóstico: bronquitis obstructiva, recetó antibióticos, un inhalador y para la casa.

El lunes la bronquitis empeoraba, subía la fiebre. Mi mujer llamó a mi hijo mayor y me trasladó a la clínica UC Cristus de San Carlos de Apoquindo.

Con gran radidez me hicieron los mismo exámes, incluyendo el PCR, específico para CoVid, que en El Salvador desestimaron, aún cuando la recomendación del Consultorio era “presencia de CoVid”.

En tres horas pasaron por mi box varios médicos, enfermeras y paramédicos, hasta que el último médico sentenció con voz  autoritaria: ¡Ud. tiene CoVid y debe hospitalizarse! ¡Vamos a prepararlo!

No aquí, dije a mi hijo, el costo de esta clínica nos va a dejar en la calle.

Dicho y hecho.

Antes de salir hubo que cancelar las prestaciones realizadas. De nada sirvió Fonasa. Hubo que pagar los valores completos que no fueron baratos.

La diferencia entre El Salvador y la clínica de la UC fue notable. Dos mundos diferentes. Atención lenta, diagnóstico a la ligera y tratamiento equivocado, frente a otra realidad, la de la salud privada.

Decidieron llevarme al Hospital JJ. Aguirre, de la Universidad de Chile. Me recibieron en Emergencia. Ahí estuve por varias horas mientras me realizan los mismos exámenes anteriores y otros nuevos, como el PCR que estuvo listo en 12 horas. Diagnóstico: neumonia multifocal producida por CoVid. A la una de la mañana me instalaron en una sala aislada en el 4º piso con otras 4 personas.

Me conectaron al oxigeno y pusieron un medicamento permanente a la vena. Esa noche dormí poco o nada.

En la mañana un frugal desayuno que casi no toqué. Lo mismo sucedió con las sucesivas comidas. Pasaban los días y los síntomas no cedían. A los 6 o 7 días comencé comer algo, fue una sopa de pollo con fideos, a pesar de que no me gustan las sopas.

No sabia cuánto tiempo iba permanecer en el hospital. Decidí no angustiarme.

Mientras tanto en  mi mente daba vueltas una pregunta: ¿dónde me contagié? Siempre tuve cuidado. Rehuía las aglomeraciones, mantenía distancia y cuando era necesario tenía lista mi mascarilla.

¿Dónde me contagié?

En la segunda semana las sesiones de kinesiología aumentaron, dirigidas a la respiración y a la saturación de oxígeno.

A los 12 días me dieron de alta, gracias a que la severa neumonia evolucionó de bien.

Podía ir a mi casa. Cuánto añoraba mi cama, porque el tecnológico catre clínico muy era incómodo.

¿Dónde me contagié?

Mi esposa vino a buscarme. Salí por la puerta principal, no sin antes agradecer la dedicación de ese equipo humano.

Ahora estoy recuperándome, en cuarentena, aislado y todo debe ser desinfectado.

¿Dónde me contagié?

Hoy, tengo una posible respuesta: el trabajador de un café árabe del barrio estaba contagiado y no lo sabía. Atendía a los clientes normalmente sin usar guantes ni mascarilla.

Ir al contenido