Por Federico Gana

Ninguna palabra aquí estampada bastará, querido Lucho Arnez, para fotografiar tu alma. Ni para mantener bajo siete llaves el ejemplo de tu vida. Ninguna frase de despedida servirá para grabar en un instante tu presencia entre los que seguimos acá, desde hoy junto a tu ausencia.

Ya no llegarás como todos los días con tus ansias de colaboración, tus iniciativas para que sigamos creciendo, tus ideas repletas de amistad, cariño y aquella consecuencia múltiple de pasar la vida como un gran compañero. Grandísimo ejemplo!

Sencillamente, siempre que se va un amigo, un buen amigo y colega, el vacío infinito comienza a rondar y a luchar contra el olvido. En tu caso, sin embargo, las enseñanzas de profunda solidaridad a toda prueba que sembraste día a día durante mucho más de medio siglo, desde ahora comienzan a rendir su efecto. Seguiremos el exquisito ejemplo de amor por tus colegas, se acrecentará tu memoria, superaremos el momento atónito de tu partida y seguiremos adelante. Y  nada será igual, Luis Arnez.

Gracias por tu dignidad manifestada al despedirte con la tranquilidad de tu espíritu en una noche de esperada lluvia urgente. Gracias por partir honrosamente al final de tu larguísima existencia de prácticamente un siglo, tan bien vivido y abrazado. Y no secuestrado para siempre por la sombra pérfida de la pandemia. Sólo pudo contigo tu propia prolongada existencia, porque hacer el bien toda la vida también cansa. Y  ahora te vas porque ya lo diste todo. Tu tesoro incalculable, porque lo que dicta el corazón no tiene precio, queda entre nosotros.

Vigilaremos tu memoria. Somos los guardallaves de tu recuerdo.

Adiós, Lucho.        

Ir al contenido