Ya sean obligatorios o voluntarios, en concreto millones de personas han visto afectada su cotidianeidad frente a un escenario crítico: con un virus que logró enfermar no solo a quienes lo portan, sino que también ha tenido repercusiones en la salud mental de quienes se cuidan de él.

De acuerdo con un informe sobre políticas acerca de la COVID-19 y la salud mental publicado por las Naciones Unidas, la pandemia de COVID-19 está poniendo de manifiesto la necesidad de aumentar urgentemente la inversión en servicios de salud mental, si el mundo no se quiere arriesgar a que se produzca un aumento drástico de las enfermedades psíquicas.

Por otro lado, y según datos de la Organización Panamericana de la Salud, el gasto público mediano en salud mental en toda la Región de América Latina y El Caribe es apenas un 2,0% del presupuesto de salud, y más del 60% de este dinero se destina a hospitales psiquiátricos.

En Chile, según la última Encuesta Nacional de Salud realizada por el Ministerio de Salud, alrededor de un 6,2% de la población padece de un cuadro depresivo. El gobierno ha dispuesto la plataforma “SaludableMente” para dar apoyo a quienes lo necesiten. Por otro lado, la Universidad de Chile y el Colegio Médico cuentan con la campaña “Conversemos, nuestra salud mental importa”, que busca profundizar los efectos de esta pandemia en la vida de las personas. En esta plataforma se puede encontrar ayuda y recomendaciones.

¿Qué tenemos que distinguir para acudir a un especialista?

La psicóloga clínica Alejandra Torres Delgado, afirma que existen reacciones que son un tanto esperables frente a la situación que estamos viviendo, de falta de control y perspectivas de futuro “entendiendo que este escenario es de bastante incertidumbre, con variables socio ambientales que van a afectar el funcionamiento de las personas, de las relaciones, de las familias, de los grupos en general”.

Es normal que existan reacciones más ansiosas, períodos de angustia, algunas dificultades en dormir, irritabilidad, llanto. El problema surge, afirma la profesional, “cuando estas sensaciones, que van más bien en la línea ansiosa reactiva, que responden a cómo nos adaptamos al escenario incierto, comienzan a prevalecer en el tiempo. Por ejemplo, si cumplo funciones laborales y no estoy durmiendo 1, 2, 3 días, es momento de consultar a un especialista. Porque, si no se duerme bien, inmediatamente se verán alteradas la atención y concentración, la capacidad para resolver problemas de baja, mediana y gran complejidad”.

Según detalla Alejandra, lo anterior va de la mano con observar demasiadas oscilaciones; pasar demasiado frecuente de la pena a la rabia, o de la rabia a la pena. Explica que normalmente en los estados anímicos, se considera un período de dos semanas para diagnosticar un cuadro que me esté haciendo funcionar distinto a lo que soy.

Señales para preocuparse

  • Cuando no tengo ganas de hacer lo que a mí me gustaba hacer.
  • Tener ánimo bajo, con todo el cuerpo cuesta mucho partir.
  • Pesadillas, despertares abruptos.
  • Llanto fácil, desmedido, episodios que antes no ocurrían.
  • Sensaciones que pueden tener relación con crisis de angustia o de pánico: dolor en el pecho, taquicardia, sensación en el pecho como de ahogo, dificultad para tragar, mucha dificultad para respirar.

Alejandra recomienda estar atentos a situaciones de nerviosismo que comúnmente se relacionan con la ansiedad. Una señal es, “cuando no puedo concentrarme en lo que necesito hacer y esto comienza a generar un pensamiento ‘rumiante’, que es dar una, dos y hasta tres vueltas”.

¿Qué acciones positivas podemos tomar?

  • Considerar que estamos en una situación de distancia entre las personas, pero no estamos en una situación de aislamiento social. Asegurarnos –de acuerdo al estilo de cada persona, si es más extrovertido o introvertido- de no caer en el aislamiento social.
  • No saturarnos de información ni estar pendientes de la tragedia.
  • Para favorecer un sueño saludable, evitar las pantallas de noche. Ojalá dos horas antes de dormir no estar pendientes de las noticias, no ingerir alimentos pesados.
  • Tratar de mantener las rutinas que llevábamos y que sí son posibles en confinamiento. Esto sirve porque genera una sensación de control.
  • Estar en contacto con la naturaleza en lo posible, con el pasto, animales. Si se vive en departamento, salir al balcón, abrir las ventanas. Impregnarse con la naturaleza que permite conectarse con el sentir del aquí y ahora.
  • Realizar ejercicio físico en la casa, de acuerdo a edad y experiencia.
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