Por Loreto Paillacar S.

Por su trayectoria profesional y su compromiso irrenunciable en la defensa y promoción de los derechos humanos, como eje fundamental de su trabajo como periodista, además de su labor incansable por la recuperación de la memoria, el Premio a la Trayectoria en Periodismo, Memoria y DDHH 2022 recayó en la destacada periodista, Lidia Baltra.

Sin embargo, Lidia dice que esta distinción que otorga del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos y el Colegio de Periodistas la “tomó de sorpresa.

“No me lo esperaba. “¿En derechos humanos?”, me preguntaba y pensé en mis columnas, porque yo me jubilé y en los últimos veinte años, quizás más, me dediqué a escribir columnas sobre distintas cosas, lo que pasa en la actualidad. Escribía para Punto Final, El Siglo, Cooperativa, entre otros medios. En Página 19 encontré mi asentamiento y sigo escribiendo ahí hasta hoy”.

No cabe dudas que en sus columnas siempre ha defendido la libertad de expresión, la libertad de asociación y asegura que “los derechos humanos no tienen color político, los derechos humanos tienen que ver con la dignidad humana. Yo defiendo los derechos del ser humano para que tenga una vida digna y sin querer -en mis columnas-, sin hacerlo a propósito, voy por esa senda”.

Para Lidia Baltra, en democracia lo que importa es “la igualdad, la igualdad de oportunidades, la igualdad de bienes que llegan a la persona, que todos y todas vivamos con el mismo bienestar. Tenemos que tener acceso a las mismas cosas. Desgraciadamente, la democracia aquí en Chile, y en muchos países, tiene el defecto de la desigualdad. Somos uno de los países con mayor desigualdad en el mundo. Nos falta mucho para avanzar en democracia. Para que sea una democracia perfecta falta mucho, así que ojalá más colegas sigan escribiendo en esta senda de defender los derechos humanos.”

Este Premio recibido por Lidia, ha dado pie para mirar en retrospectiva y entonces ¿qué cree que la llevó al periodismo?

Una pregunta bien difícil. Cuando yo era estudiante de secundaria no sabía qué iba a seguir después, como le pasa a la mayoría de estudiantes. Definitivamente era por filosofía y humanidades, pero no científica. Lo único que se me ocurría era aprender inglés para trabajar como secretaria. Mi papá y mi mamá estaban felices con eso.

Tiempo después, en el año 1953, se crea la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile y dije: este es mi futuro. Nunca más cambié de idea. Entré a la escuela en 1956. Egresé en 1959 y me titulé en 1965, debido a que empecé a trabajar antes de obtener el título”.

Recuerda que luego de trabajar en el periódico “La Voz” del Arzobispado de Santiago e incursionar en crítica de cine, junto a su amiga Alicia Vega, “a mitad del año 1959 – señala-  empecé a trabajar en el Departamento de Prensa y Radio de la Universidad de Chile, que después se convertiría en Canal 9 de TV. Posterior a eso, trabajé en la revista Ecran, que pertenecía a la empresa Zig-Zag, lo único que había en materia de revistas en ese tiempo. Ingresé a Ecran con ciertas dudas, porque a mí me gusta el cine de otra manera, no me gusta Hollywood por sus estrellas o su star system. Y ésta era una revista comercial, lo que importaba eran las estrellas.”

Con la llegada de la Unidad Popular, Lidia estaba de vuelta otra vez en la empresa Zig-Zag, “pero en la revista Rincón Juvenil, una revista que recogía las noticias del movimiento musical de los 60, denominado la Nueva Ola. Había que entrevistar y difundir a los y las artistas de esa generación joven”, explica.

Sin embargo, dice que “el Gobierno de la Unidad Popular barrió con todas esas revistas. Decían que eran frívolas y a mí me botaron al archivo de Zig-Zag. El Gobierno contrató a una periodista exiliada brasileña que tenía experiencia en archivo y que lo convirtió en un centro de documentación muy interesante. Nosotros teníamos que trabajar temas candentes del momento y hacer carpetas con esos temas”.

“En ese período, había encontrado que realmente estaban haciendo una buena labor, que era lo que se necesitaba. Después vino el golpe cívico-militar y otra vez me quedé sin trabajo. Los golpistas me mandaron un mes de vacaciones, en noviembre del año 1973, y a la vuelta me echaron”

-En dictadura comienza a trabajar en relaciones públicas de una agencia y luego en comunicación no tradicional ¿qué significó para usted esa experiencia?

Para mí las relaciones públicas eran estar vendiendo verdades pagadas, no buscar la verdad que es el rol de los y las periodistas para informar, sino que lo que le convenía a la persona para quien escribíamos.

Después empecé a trabajar para una cooperativa. Llegué a través de una amiga que trabajaba para el Instituto Chileno de Educación Cooperativa (Icecoop). Las cooperativas eran esencialmente democráticas en tiempos de plena dictadura. El lema de la cooperativa era “un socio, un voto”. Nos encantaba difundir eso en nuestros boletines, en nuestras revistas.

Desde el Grupo de Investigaciones Agrarias me llamaron para que hiciera la misma labor y así comencé a dedicarme solamente a la comunicación rural. Me especialicé, me preocupé de aprender más sobre el tema. En fin, lo tomé muy en serio. Estaba convencida de que los campesinos eran los mejores ciudadanos chilenos.

-¿Por qué considera que era importante comunicar desde esos espacios, en plena dictadura?

Estábamos luchando por la libertad, por la libertad de expresión, por la libertad de asociación. Por ejemplo, los sindicatos estaban prohibidos bajo la dictadura y nosotros empezamos con mucha audacia a hacer reportajes sobre sindicatos, sobre sindicalistas que estaban mal en ese momento. Los habían echado o el sindicato estaba cerrado, bloqueado, no podían funcionar.

Aprovechamos todas las oportunidades para difundir ideas de democracia, porque lo que esperábamos era volver lo antes posible a vivir en democracia y eso no se podía decir con estas palabras. Entonces, buscábamos un espacio, hablábamos del derecho a reunirse, el derecho a expresarse”.

 

Lidia Baltra Montaner (84) es periodista titulada en la Universidad de Chile, tiene estudios de postgrado en la Universidad de Columbia en Nueva York y en el Instituto de Altos Estudios Cinematográficos (IDHEC) en París.

Comenzó su carrera trabajando en “La Voz”, periódico del Arzobispado de Santiago, y en el Departamento de Prensa y Radio de la Universidad de Chile. En 1960 se traslada a revista Ecran, donde poco tiempo después fue nombrada subdirectora. Posteriormente, ejerció el mismo cargo en Rincón Juvenil y en Teleguía, terminando como directora de Telecran.

Lidia fue dirigenta del Colegio de Periodistas (1981-2004), ha escrito dos libros sobre comunicación: “Atentados a la libertad de información en Chile, 1973-1987” y “La prensa chilena en la encrucijada”. Fue la primera comentarista de cine y espectáculos en Televisión Nacional de Chile (TVN) y en varias emisoras. Durante la dictadura debió apartarse de los medios tradicionales y se especializó en comunicación rural.

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