Por Lucía Sepúlveda
Qué fantástico es presentar en octubre, a cinco años de la revuelta popular el libro “Miguel Enríquez habla con Regis Debray”, de la editorial Pehuén, que he editado. Porque muchas y muchos estamos reviviendo esos días de Plaza Dignidad. En una asamblea en plena revuelta, una compañera de mi generación etaria, Alicia Castillo, de ANAMURI con quien hemos estado en la lucha de defensa de la semilla y contra el TPP, decía que para ella estar en la calle era como “volver a los 17…”
A quienes no vivieron los tiempos del proceso de la UP los invito a mirar este libro con esa mirada, la de la revuelta. Porque para entender tanta pasión en las afirmaciones de Miguel Enríquez, y tantas certezas en las preguntas de Regis Debray, es muy útil tener como referencia las vivencias que compartimos en esos días. Alegría y esperanza el 2019 y en el 71, el tiempo en que transcurre esta conversación. “Que no es lo mismo, pero es igual”, diría Silvio. Incluso encontrarán en el libro el relato y foto de una movilización de pobladores subidos arriba de la estatua de Baquedano! Presente y pasado se cruzan…
Y bueno, por cierto, este libro se lanza en octubre fundamentalmente porque es parte de una constelación de hermosas iniciativas para conmemorar los 50 años del último combate de Miguel. Agradezco a Carmen Castillo haberme hecho parte de ello para adherirme al homenaje.
Nos encontramos en estas páginas con una mezcla de entrevista y charla entre el filósofo e intelectual marxista Regis Debray y Miguel Enríquez, el 13 de enero de 1971. Su transcripción grabada en cintas de la época fue realizada por compañeras del equipo de apoyo a la Comisión Política del MIR cuyo nombre no conocemos.
Sospecho que el texto quedó inédito hasta ahora por ser demasiado íntimo para la época, una conversación “a calzón quitado” entre dos amigos. Su transcripción (sin fotos ni audio) llegó en algún momento, al departamento de los padres de Miguel en Santiago, tras su regreso del exilio en 1989.
Después del fallecimiento de la querida señora Raquel, en la recuperación de los originales –hoy depositados en el Archivo Nacional– fueron protagonistas dos compañeras, Mary Anne Beausire y Sylvia Castillo, cuidadoras de la memoria, envuelta en finos papeles copia deteriorados por el paso del tiempo.
Años después, el joven historiador Marco Álvarez, ya por entonces interesado en la historia del MIR, tuvo acceso al material y lo empezó a citar como una pieza de memoria ¡Y así llegamos a la decisión de que se publicara ya!
El vínculo MIR/compañero Presidente
Darle contexto de época y un cauce para ese torrente de ideas vertidas por Miguel y Regis fue lo que procuré hacer en esta edición, para la cual también busqué fotos del período. Voy a encargar a algún tesista aplicado la búsqueda de las fotos que no logré encontrar.
El estilo de Miguel Enríquez es directo, coloquial, insolente a ratos, y con los ojos de hoy, puede sonar desmesurado. Miguel “galopa” y exige más sin importar que solo han pasado 71 días de los 1000 que tuvo el gobierno de Allende.
En su análisis del comienzo del gobierno de la UP, Miguel salta siempre al futuro, con una visión certera de los peligros que se ciernen sobre el presente. Así, nos va compartiendo pormenores de cuestiones no abordadas antes de esa manera, como por ejemplo la relación del MIR con el Partido Comunista y la urgencia de lograr la unidad frente al avance de la derecha, tras remontar el punto más crítico marcado por el asesinato de un mirista por un brigadista de la BRP en Concepción, y vemos el sitial en que pone a ese partido respecto de su rol en la UP, más allá de las diferencias, que no oculta.
Y cuenta que el MIR lleva en sí el aprendizaje “gratuito” de haberse formando en el estudio de las experiencias guerrilleras de toda América Latina y eso está relacionado con su táctica actual y su rápido crecimiento.
Revela cómo se crea la escolta presidencial (el GAP) en esos primeros meses del gobierno de la Unidad Popular, y profundiza en la relación del MIR con el Presidente Allende cimentada en esos días de tensión máxima, antes y después del asesinato del General Schneider, con visitas diarias a Guardia Vieja y La Moneda Chica, dando cuenta incluso de un corto y “limpio” secuestro de un dirigente de Patria y Libertad para recabar información sobre la conspiración ¡Y Allende lo supo!
Es una relación muy intensa que ayuda a entender por qué ese vínculo MIR/compañero Presidente nunca se rompió. La imagen del Presidente sólo se engrandece con el relato que evidencia el mutuo respeto que existió entre Salvador Allende y Miguel Enríquez, dos grandes líderes de la historia patria y del pueblo.
Miguel y el MIR se ponen al servicio de la defensa del Presidente y del proceso. Explica el dirigente: “Allende espera el atentado, el asesinato, la bomba, el golpe de Estado. Y la relación será … sentarse a planificar cómo se van a mover las poblaciones; qué regimiento hay, cómo se van a organizar los talleres de armamento, qué armas se van a producir”.
El Presidente Allende cotidianamente busca acercar a la oficialidad de las Fuerzas Armadas, una de las revelaciones de este libro, que también habla del trabajo de inteligencia del MIR.
Reconversión de recursos humanos
En estas páginas se explican las decisiones adoptadas por la dirección del MIR respecto de la votación del 4 de septiembre. Miguel Enríquez dijo que entendían que los obreros y el pueblo creían en Allende, y el MIR no iba a ponerlos en la “inaceptable disyuntiva” de elegir entre Allende y el MIR.
Agregó que los miristas no votaron (Y aquí la editora lo contradice pero sólo ante esta audiencia, porque muchos sí lo hicimos: votamos por Allende)
El entusiasmo con que Miguel se refiere a las luchas del pueblo expresadas en las tomas de terrenos realizadas por los pobladores, las ocupaciones de fábricas y las corridas de cerco sí me hacían todo el sentido del mundo, porque como periodista tengo mi propio e inolvidable registro de esas experiencias, por ejemplo, como reportera en “la zona roja”, justamente en enero del 71, desde un cerro pudimos grabar para el entonces Canal 7 (hoy TVN), una panorámica de la marcha por el camino de los campesinos mapuche de Lautaro con sus horquetas y herramientas de labranza, tras un lienzo del Che y otro con la consigna del MCR, No Nos Trancarán el Paso.
Entre ellos seguro estaba “el Paine”, Miguel Cabrera, el militante mirista que se fue a vivir a esos fundos antes de las corridas de cerco. Y también llegamos a filmar, tiempo después, al Complejo Maderero Forestal Panguipulli luego de las masivas tomas de fundos de esa zona. Allí otro militante, José Gregorio Liendo, Pepe (que la prensa llamó “Comandante”) cumplía la misión de la que hablaba Miguel a Regis: vivir con los campesinos para descubrir sus demandas y así empujar sus luchas.
Sostiene que “a las masas no las puedes juzgar éticamente por no movilizarse” (y pienso en quiénes hoy lo hacen al hablar de “los fachos pobres”) y que el problema es que hay que saber organizarlas de acuerdo con sus aspiraciones, con sus intereses porque cada sector social tiene sus propias demandas.
Y le explica a un incrédulo Debray que el MIR desde su fundación hizo trabajo de masas y después buscó fortalecer ese trabajo vinculándolo a acciones militares. Pero reconoce que los dirigentes máximos se ganaron un perfil de asaltantes de bancos. Con entusiasmo de “cabro chico” (tenía apenas 26 años a esa fecha) asume que ese perfil se debe al impacto que esas acciones tenían al ser publicadas en diarios populares. Sin embargo, después explica la “reconversión” de esos recursos humanos hacia el trabajo de inteligencia y logística.
Un tiempo circular
Miguel argumentaba que la energía de los miristas no se estaba invirtiendo en “ocupar puestos de gobierno” ni antes había estado puesta en los comités electorales allendistas; o en discutir sobre un foco guerrillero. Se orientaba a penetrar los “frentes” (los sectores sociales, diríamos hoy) para llevarlos a la acción directa. Cómo no recordar la respuesta de Miguel a la pregunta de su amigo, también dirigente, Bautista von Schowen ‘¿Y qué vamos a hacer ahora que Allende ganó las elecciones?’, “Convertir a este grupo de asaltantes de bancos en un partido”.
Toda la entrevista no es más que eso: Miguel describiendo cómo el MIR enfrenta ese desafío combinando flexibilidad táctica y rigor en los principios, la dualidad de poder (aún no se hablaba de poder popular, pero para allá iba la cosa), la autonomía de las organizaciones populares frente al Estado, la necesidad de nuevas articulaciones y de unidad en la acción, la crítica al burocratismo y el sectarismo y las relaciones MIR/Unidad Popular se encuentran también en las respuestas de Miguel.
De eso y mucho más trata esta entrevista que a nosotras y a nosotros los “veteranos,” nos traslada a esos días de inagotable energía organizativa y movilizadora.
Creemos que el libro será de interés más allá del mirismo. Y pensamos que propone también un retorno que es un viaje al futuro, en un tiempo circular, como un salto en el torniquete al pasado…para que las y los jóvenes hagan su propia lectura de esos días luminosos y de esas sombras, y puedan contrastarlas con sus experiencias vitales y con los problemas que visualizan ellas y ellos hoy.