Por Ruby Weitzel
Creemos en la buena vecindad de periodismo y literatura.
Lo repetía en sus clases y escritos el periodista, y docente Enrique Ramírez Capello.
Pero también reflexionaba sobre que el libro de la historia seguiría abierto mientras lo nutriera el periodismo de investigación.
Digo esto porque en la presentación del libro, El Callejón de las Viudas, publicado hace más de 20 años, nuestro colega, puso en práctica tales reflexiones y que hoy recuerdo para de alguna forma hablar de mi trabajo. En lo personal, no me es fácil explicar mis libros y he dejado que ellos, hablen por si solos o que otras personas lo hagan por mí.
Junto con esto aprovecho de recordar al pueblo de Paine, a su más de centenar de víctimas de la represión, a sus familias y todas las familias de Chile que nunca dejaron de buscar…siempre buscar. A ellos están dedicados mis libros.
Presentación de Enrique Ramírez Capello para el libro El Callejón de las Viudas, de Ruby Weitzel.
Fue la hora de la venganza y del arbitrio.
La fuerza patronal se orientó por los cauces de la irracionalidad y se unió a la actitud impune de carabineros y militares en la aduana de la complicidad.
Creemos en la buena vecindad de periodismo y literatura…Gabriel García Márquez y Juan Luis Cebrián dicen que el periodismo consiste solo en contar historias.
Es la simiente que se recoge en este libro. Relato bravo, palabra irreemplazable, arquitectura de la prosa.
Pero -¡ay dolor!- no es ficción.
“¿Dónde escondieron las armas…dónde están los otros?- y la cabeza de Patricio se estremeció cuando la bala se incrustó en la tierra, a escasos centímetros de su rostro levantando polvo y piedra, amenazando con darle en la cara”.
El relato electriza, conmueve, revuelve vísceras. Las páginas de El Callejón de las Viudas, tienen sangre y sentido, virtud y entrega, testimonio y valor.
Es prosa franca, libre de eufemismos, dolorosa, de Ruby Weitzel, quien traza con sobrecogimiento las matanzas en Paine, después del golpe del 11 de septiembre de 1973. Acuciosa en sus observaciones, la autora maneja técnicas de la narración: practica el escáner de la realidad, rescatada de su labor en la Vicaría de la Solidaridad. Aquí encontramos vigor en la acusación.
¿Por qué ocurrieron estos hechos en Chile?
Quienes tienen las llaves de la cultura las arrojaron a zanjas de odio en Paine.
“Un bulto en los duraznales… era Saúl. Muerto, desfigurado por un balazo en la cabeza. Los carabineros autorizaron que lo levantaran para que no se lo comieran los perros -como estamos en estado de guerra, el que pueda lo recoge y si no, se queda ahí no más- ironizaron”.
Paine era siesta y tradición. Cultivo de tierra y amores. Leyendas campesinas, reuniones en la plaza, viajes en caballo y bicicleta, familias engarzadas por la costumbre y la sinceridad. Todo se cortó y en el callejón clásico quedaron solo lágrimas de las viudas.
Los niños ya no sintieron aspereza de la barbilla y el calor de las manos curtidas de sus padres. Los hermanos mayores fueron capturados en la oscuridad delatora de la noche y nunca regresaron.
Hasta hoy, cuando reasoman en el libro de una periodista que renunció a pautas clonadas, a referencias blandas, al adjetivo ignorado, a transcripción de versiones oficiales. Confusiones, angustias, peligros. Muchos días de silencio y resignación.
Hasta que el paso maduro de Ruby Weitzel se marcó en el callejón donde antaño quedaron las huellas del zapato huaso y la bota abusadora.
Su grabadora concentró datos con pulcritud.
Las penas tienen su almacén en el corazón. De él sacó versiones tristes, anécdotas duras, episodios de miedo. Y de la belleza de las viudas, que en el enclaustramiento de sus casas de adobe, cerca de la Cuesta de Angostura, evocan a sus hombres que buscaron justicia y encontraron la muerte.
El Callejón de las Viudas no ayuda a resucitar la venganza. Simplemente da un nuevo soplo de vida a la esperanza.
Y cuando gritaron “¡No se los lleven!”…nos dijeron… ¡nunca más, nunca más, nunca más…!
Enrique Ramírez Capello: Cronista, editor cultural, presidente del Colegio de Periodistas, Premio de la Academia Chilena de la Lengua por su excelencia idiomática.
Falleció a fines de enero del 2021, diez años después de que una negligencia médica lo dejara parapléjico. Poco antes de fallecer publicó su libro “ACÚSOME PADRE: SOY PERIODISTA. Un compendio de sus crónicas escritas, con un solo dedo o dictadas a su hija durante su interminable y dificultosa convalecencia.
Profesor distinguido de cientos de alumnos de periodismo en distintas universidades, han dicho de él: “desde el primer día nos invitó a valorar el oficio de periodista, la excelencia en la escritura y el trabajo bien hecho…”