Autor: Enrique Fernández
Si usted conoció las peñas folklóricas que existieron hace 60 años, ahora podrá revivir sus noches de cantos y vino navegado, en el libro que la profesora Catalina Jordán y el periodista Cristian González Farfán presentan este viernes en el Círculo de Periodistas.
Catalina estudió música y folklore en Argentina, la tierra de Atahualpa Yupanqui y Mercedes Sosa. Hoy es académica en la Universidad Católica de Valparaíso. Cristian ha ejercido su profesión en distintos medios, además de viajar con su guitarra por ciudades y aldeas de Chile, América Latina y Europa, como miembro de una generación de inquietos periodistas egresados de la Universidad de Santiago.
Ventana virtual
Si usted en cambio, nunca fue a una peña se sorprenderá cuando descubra ese mundo clandestino o semi clandestino, a través de las 386 páginas de “Canciones del Viento” y una pequeña ventana con un código QR. Gracias a la tecnología, entrará virtualmente a un recinto en semi penumbras, más allá de la lectura del libro. Retrocederá como en una máquina del tiempo, para “ver” a los cantores y cantoras, a los músicos y a los poetas, en medio de ese ambiente bohemio. Escuchará las guitarras, los charangos y las quenas y entrará de lleno al movimiento peñero del Gran Valparaíso, cargado de versos, acordes y sueños.
La historia que reconstruyen los dos investigadores evoca los comienzos de este movimiento en abril de 1965 cuando nace la Peña de los Parra, en la calle Carmen, de Santiago. De ahí surgieron otras como Doña Javiera, la Casona de San Isidro, Chile Ríe y Canta y decenas de espacios similares.
El Gran Valparaíso es sin embargo, el centro de la investigación de Catalina y Cristian, con personajes propios del puerto como el Payo Grondona y el Gitano Rodríguez, que en su época de estudiantes participaron en la creación de la Peña de la Universidad de Chile de Valparaíso, en agosto de1965.
Hasta allá llegaron una noche unos estudiantes que venían de Santiago con sus guitarras y querían cantar. No los dejaron, porque no tenían dinero para pagar la entrada. Como insistieron en su empeño, en una nueva visita, les permitieron subir al escenario, donde por primera vez actuó en público el grupo Quilapayún.
En otra oportunidad, en febrero de 1967, Patricio Manns presentó en la peña universitaria el disco con los temas de su “Sueño Americano”. Alguien, con exceso de alcohol en la sangre, interrumpió la actuación. Otros espectadores lo increparon. Y la discusión terminó en una espectacular batahola donde volaban sillas y botellas, como en una taberna del lejano oeste.
Cristian González Farfán, coautor de Canciones del viento
Tiempos de dictadura
Junto con esta y otras anécdotas, el libro recorre numerosas peñas que brotaron con fuerza incontenible, hasta que el 11 de septiembre de 1973 Valparaíso fue el punto de partida para el golpe de Estado que instaló, durante 17 años, a la más prolongada y cruenta dictadura que ha tenido Chile.
A partir de entonces, la cultura se sumerge en la oscuridad.
Pero poco a poco los jóvenes cultores del folklore chileno y latinoamericano vuelven a reunirse en la Peña del Instituto Chileno Francés, más conocida como la Peña del Francés, el Brasero, la Peña Magisterio de Villa Alemana, el Boliche y otras que florecieron en los años 70 y 80 y se mantuvieron vivas hasta 1986.
Como corrientes de un mismo caudal, por sus escenarios se encauzaron el Canto Nuevo, la Nueva Canción Chilena, los temas de raíz folklórica y otros géneros. Y ahí estuvieron la legendaria Violeta Parra, la cantora Margot Loyola, el músico y escritor Patricio Manns, el trovador Eduardo Peralta, el cantautor Jorge Yáñez, el dúo uruguayo Los Olimareños y don Atahualpa Yupanqui, maestro del folklore argentino.
El libro advierte que los contenidos de las canciones a veces “iban al hueso” de la denuncia social, pero “a veces en el repertorio se acuñaba más el «decir sin decir», para no espantar a los infiltrados”, que eran los “sapos” o agentes de la dictadura. Sin embargo, “el solo hecho de traspasar el umbral de una peña, ya era per se un acto de resistencia cultural”.
Las peñas folklóricas, ésas que usted conoció -o no conoció- “fueron espacios alternativos construidos desde la cultura estudiantil, intelectual, ideológicamente progresista”, afirman los autores.
“Allí -agregan- se levantan discusiones referidas a la identidad, al mundo social, al desarrollo de nuevas formas de construir la sociedad”… Discusiones que tienen plena vigencia en el Chile de hoy.
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