Sebastián Moreno, documentalista, director y fotógrafo. Creció en los años más duros de la dictadura, lo que marcó al igual que a muchas generaciones su vida para siempre.
Donde la memoria nacional prefiere muchas veces olvidar, Sebastián Moreno presenta un trabajo de investigación y de puesta en escena de su talento audiovisual que pone sobre la pantalla a través de testimonios una mirada emocional de la dictadura y su repercusión en la sociedad actual.
«Ciudad de los Fotógrafos», «Habeas Corpus» y «Guerrero» son los tres de sus largometrajes documentales que formarán parte del “Ciclo de Documentales en el Círculo de Periodistas”, que se presenta con entrada liberada los lunes a partir del 22 de julio a las 19:00 horas en el Teatro Camilo Henríquez (Amunátegui 31, Metro Moneda)
La Ciudad de los Fotógrafos fue tu primer largometraje documental, ¿Cómo surge la idea?
Había dos objetivos. Uno porque era una necesidad personal saber qué había pasado. Segundo, poder lograr con la película hacer un viaje en el tiempo. Pero no un viaje informativo, sino un viaje emotivo. Poder transmitirle al espectador lo que yo también sentí cuando era chico.
En Habeas Corpus, ¿cuál fue tu descubrimiento?
La tesis ahí fue que la Vicaría no solo colaboraba dando ayuda psicológica y judicial a las víctimas de la represión durante la dictadura, sino también que ellos se articularon como un gran equipo de análisis de todo el material que recibían. Desde los testimonios, hasta los archivos. Y lograron recopilar información sobre las víctimas, como una oficina de contra inteligencia que se dedicaba a desclasificar y visibilizar cómo operaban la represión y la dictadura. Era algo secreto.
¿Cómo llega Manuel a ser “Guerrero”?
La historia de Manuel surge, si bien yo conocía la historia de su padre y de su asesinato, no conocía el antes e incluso después de esa historia. Un día conversando con Manuel me contó cómo había sido su infancia. Entonces me doy cuenta de que la tragedia no había ocurrido solo en 1984 sino que había comenzado el año 1976, cuando todavía vivía su padre. Y de cierta manera estaban los mismos personajes involucrados en esa detención.
Entonces fue como decir wow, esto ha sido una vida de sobrevivencia no solo un capítulo determinado. Son historias más que de hechos desde las personas, de su vida, del tránsito. Entonces me pareció como desafío interesante retratar eso. Manuel fue siempre muy colaborador, fue un bonito proceso.
¿Qué te parece ser parte del Ciclo de documentales del Círculo de Periodistas?
Se da la trilogía, son tres películas que dialogan entre ellas en conjunto, que todas surgen de lo mismo que es ir tras estas historias que no nos contaron sobre la dictadura
Los invito a todos, a todas a todes a ver “La Ciudad de Los Fotógrafos”, “Habeas Corpus” y “Guerrero”, porque creo que es una serie de documentales que nos habla de una época, de una sensación, de una emoción determinada. A veces hay familias que no logran hablar del tema, que no logran transmitirles a sus hijos. Entonces a veces estas películas sirven como puente entre generaciones que permite conversar. Que los adultos inviten a los más jóvenes para que puedan conversar de lo que pasó y así generar puntos de encuentro entre distintas generaciones que viven en un país que ha cambiado mucho.
A partir de tu experiencia. ¿Qué les dirías a las nuevas generaciones de documentalistas?
Conversando con una colega, nos preguntamos qué es más difícil, si comenzar o terminar en un proceso creativo. Ella me decía que terminar, otros dicen que comenzar. Yo simplemente le diría a un realizador, que el comienzo del oficio es partir contando las historias que uno más conoce. En el caso del documental, partir con una historia que ya se haya investigado. No es necesario ir a la Antártida o Siberia para encontrar una buena historia. La investigación es lo que le da la fortaleza a un tema, sobre todo cuando uno está aprendiendo. El alma del proceso es, estar comprometido con lo que uno está contando, que uno esté enamorado del tema para que no exista la posibilidad de abandonarlo.
Porque el proceso, es la travesía del desierto solitaria, es cara, triste, y nunca sabes cuando va a terminar. Si confías en la idea, vas a atravesar el desierto. Sin embargo, el éxito nunca está garantizado. Es muy emocionante, como la vida misma.