Por Enrique Fernández
Al gobierno del Presidente Gabriel Boric la oposición le exige ser neutral frente al plebiscito constitucional de septiembre próximo. Al periodista Matías del Río, de la Televisión Nacional, partidarios del gobierno lo criticaron por su falta de neutralidad y lograron que sus jefes le quitaran el cargo de conductor de un programa estelar.
Cobra valor entonces la pregunta: ¿es posible ser neutral?
Fue el 21 de julio cuando Boric lanzó la campaña “Chile vota informado”, mediante la difusión del texto de nueva Constitución que aprobó la convención redactora, para el plebiscito del 4 de septiembre. El mandatario destacó la “prescindencia” con que su gobierno observará las opciones del “Apruebo” o “Rechazo” ante la propuesta constitucional.
Desde ese punto de vista, el gobierno asume que debe ser neutral. No puede favorecer ni perjudicar a ninguna de las dos opciones. Pero todo Chile sabe que el Presidente y sus colaboradores, como ciudadanos votantes, no son neutrales. Por el contrario, son firmes partidarios de aprobar el proyecto de nueva Constitución.
Gabriel Boric –el Presidente, no el ciudadano- insiste en que tiene el deber de difundir los contenidos del texto constitucional, para que 15 millones de chilenos ejerzan su derecho a votar en un proceso “libre, secreto e informado”, como corresponde en toda elección democrática.
Sin embargo, el Presidente traspasó la delgada línea de la imparcialidad el primer día de agosto, cuando adelantó que, si se aprueba la nueva Carta, sus futuras modificaciones o mejoras no dependerán “del veto histórico que ha tenido la derecha durante los últimos 30 años”, como ha ocurrido con la Constitución actual.
«Si se rechaza –advirtió-, vamos a volver a foja cero y tendríamos que empezar un nuevo proceso constituyente, tal como lo decidió el pueblo de Chile y yo ya lo manifesté de manera clara que esa es la posición del Gobierno».
La neutralidad bien puede ser una actitud, una intención, un propósito y hasta una obligación, cuando la autoridad cumple la tarea de informar. La misma obligación es aplicable a los medios de comunicación y los periodistas, que idealmente no debieran comprometerse con intereses económicos ni posturas políticas.
Pero ese compromiso existe en el caso de los medios, vinculados con empresas monopólicas como “El Mercurio” y Copesa (“La Tercera”), que controlan el 90% de los diarios y revistas del país. Situación parecida se observa con la televisión, en manos de organizaciones empresariales como Falabella (Megavisión) y el grupo Luksic (Canal 13).
Son medios que mantienen líneas editoriales vinculadas con los intereses de sus propietarios dentro del mercado. Si transgreden esa línea, corren el riesgo de perder el financiamiento de la publicidad comercial, como lo hizo La Red bajo la dirección del periodista Víctor Gutiérrez, que debió renunciar y dejó la estación televisora sumida en una crisis financiera.
Gutiérrez, por cierto, no es un periodista neutral. Pero ¿quién puede ser neutral frente a la guerra de Ucrania, las violaciones de los derechos humanos, la corrupción o el narcotráfico?
Distinto es el caso del periodista Matías del Río, que primero fue conductor de noticiarios, en una tarea cien por ciento informativa en la Televisión Nacional. Un periodismo objetivo, si asimilamos esa labor a lo que indican los manuales de estilo de algunos medios. Por ejemplo, “The New York Times” señalaba a sus periodistas que “el deber de todo reportero y editor es luchar para conseguir tanta objetividad como sea humanamente posible», en el manual que preparó su editor A. M. Rosenthal antes de dejar el diario en 1986.
“El periodista transmite noticias a los lectores, y se abstiene de exponer sus opiniones personales sobre los hechos de los que informa. Estos hechos deben ser siempre comprobables”, advierte por su parte un antiguo Libro de Estilo de “El País” de Madrid, uno de los diarios de mayor prestigio en el mundo de habla hispana.
Matías del Río, a quien sus jefes retiraron de la conducción del programa “Estado Nacional”, quizás no conocía estos manuales o no cree en la objetividad. Por eso hace siete años, el 19 de abril de 2015, desde las pantallas de Chilevisión ocupó cuatro minutos y medio para exigirle la renuncia al ministro del Interior de la época, Rodrigo Peñailillo. “Ofrézcale su puesto a la Presidenta”, lo emplazó. ¿Y con qué autoridad se permitió tomar esa postura, de abierta oposición política al gobierno de Michelle Bachelet?
El 21 de diciembre pasado, dos días después de la elección presidencial en que Gabriel Boric derrotó al derechista José Antonio Kast, del Partido Republicano, el entonces conductor de “Estado Nacional” recibió al dirigente de ese partido Cristián Valenzuela con este saludo:
– ¿Qué pasó que nos ganaron…?. “Nos” ganaron, dijo.
El mismo Cristián Valenzuela fue quien reclamó el domingo pasado por la ausencia del periodista en el programa “Estado Nacional”. Era la defensa de un amigo a otro amigo o el apoyo a un compañero partidario del “Rechazo”. Juzgue usted.
Y si no es posible ser neutrales, ahora entramos a otro terreno: ¿existe o no existe la objetividad? Pero ésa es otra historia…
Créditos fotografía: Fernando Ramírez