Autor: Enrique Fernández
La pluma y la sonrisa de la periodista y escritora Lidia Baltra se apagaron la tarde del domingo 10 de noviembre, cuando el cielo de primavera se cubrió de algunas nubes. Como ese martes 11 de septiembre de 1973, cuando la vida de aquella joven profesional se ensombreció en medio del alzamiento militar contra la democracia.
Atrás quedaban los hermosos momentos que vivió en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile a partir de 1956. Tiempos de alegre fraternidad entre los futuros periodistas y sus maestros, en especial Lenka Franulic, la primera chilena que ejerció esta profesión y que, al año siguiente, en 1957, recibió el Premio Nacional de Periodismo. Lidia recordaba las enormes carteras negras de charol que usaba la profesora Lenka, repleta de papeles con anotaciones de sus entrevistas, Y también evocaba esas tertulias donde los estudiantes se empapaban con las historias de su maestra, sus anécdotas y el ejercicio riguroso de la profesión.
Un ejercicio que se interrumpió esa mañana de 1973.
“La emoción se nos hacía incontenible. La pesadilla era cierta y el golpe, la dura realidad”, escribió Lidia al recordar las dramáticas horas en que su vida se quebró en dos mitades, como a la mayoría de los chilenos. Se levantó temprano para ir a su trabajo en la Editorial Quimantú, cuando la radio entregó las primeras informaciones del golpe de Estado. Decidió entonces que tenía que acudir a su puesto de trabajo y dejar en casa a sus dos hijas, de dos y cuatro años, al cuidado de su nana. Su esposo, Claudio Verdugo, apoyó su decisión, como siempre ocurrió hasta este domingo en que ella partió.
“Me sentí conmovida y reconfortada, porque eso significaba, por sobre todo, amor y compromiso con nuestra causa”, diría ella tiempo después, en el libro “Mi 11 de septiembre”, que escribió junto a otros 24 periodistas. En ese momento comenzó la segunda etapa de su vida, donde cerró las páginas del periodismo de cine y teatro que practicó, para poner su pluma al servicio de su compromiso social y humanista. Es lo que Lidia condensó en sus memorias, que tituló “De la farándula a la trinchera”, publicadas en noviembre de 2022.
En 350 páginas, y con abundantes fotos de personajes que conoció, retrata la vida de una chilena de clase media, que gracias a la educación pública logró llegar a la Universidad y ser de las primeras estudiantes en conquistar becas de post grado: un curso de Periodismo Internacional en la Universidad de Columbia en Nueva York, en 1960, y un curso de cine en el Instituto de Altos Estudios Cinematográficos de París, en 1965.
El libro no es sólo autobiográfico, sino un documento testimonial de los inquietos años que vivió Chile a partir de 1960, con la “Revolución en Libertad” de Eduardo Frei, la elección de Salvador Allende como el primer marxista que llegaba al poder en el mundo por la vía del voto, y la instauración de la más prolongada dictadura que ha tenido Chile, entre 1973 y 1990.
“Los militares, una vez que dieron el golpe, me echaron a la calle”, relataba, con su voz suave y esa sonrisa que se asomaba siempre en sus conversaciones. Mostró la misma sencillez y sinceridad, cuando se sorprendió porque el Colegio de Periodistas, el Círculo de Periodistas y el Museo de la Memoria reconocían su trayectoria en sucesivos premios que recibió por su defensa de los derechos humanos:
“¿Por los derechos humanos…? No me lo esperaba”, dijo.
Nacida en Santiago en 1938, Lidia Baltra Montaner comenzó su carrera en el periódico “La Voz”, del Arzobispado de Santiago, y simultáneamente en el Departamento de Prensa y Radio de la Universidad de Chile. En 1960 se incorporó a la revista Ecran, especializada en cine y teatro, donde al poco tiempo fue nombrada subdirectora. Fue la primera comentarista de cine y espectáculos en Televisión Nacional y en varias radioemisoras.
En la segunda etapa de su carrera, al quedar en la lista negra de los militares en el poder, se alejó de los medios masivos y escogió el camino de la comunicación rural en el Instituto de Capacitación y Estudios Cooperativos (ICECOOP) y el Grupo de Investigaciones Agrarias (GIA).
Pero además de su actividad profesional, sus inquietudes la llevaron a desempeñarse en el campo gremial, para reivindicar el derecho de la población a ser bien informada y el derecho de los periodistas a informar con libertad, a pesar de la dictadura. Fue así como Lidia logró una amplia mayoría para ser elegida, en 1981, como dirigente del Colegio de Periodistas, controlado hasta entonces por personas que designaba el régimen.
Junto a estas funciones, su vocación de escritora la llevó a publicar dos libros sobre la realidad que observaba: “Atentados a la libertad de información en Chile, 1973-1987” y “La prensa chilena en la encrucijada”. Y a modo de grandes reportajes, escribió otros dos volúmenes de línea feminista: “Señora Presidenta, mujeres que gobiernan países” y “Presidentas ABC”, en coautoría con Maura Brescia.
Como columnista, Lidia dejó sus reflexiones en medios digitales como “Punto Final”, “Página 19” y el portal de opinión de Radio Cooperativa. En uno de sus últimos artículos para ese portal, el 13 de marzo de 2023, Lidia evocó “Lo que el golpe nos quitó” y destacó los avances sociales que Chile tuvo bajo el gobierno de Salvador Allende, que tropezó con los intereses de la clase dominante hasta provocar la ruptura de 1973.
“Porque la democracia es buena para muchos sólo cuando sus bienes están a salvo -reflexionó la periodista y escritora-. Pero cuando corres el peligro de descender en la clase social, en lo que despectivamente llamaban “nivelar hacia abajo”, eso sería una señal de alerta para los poderosos de que no se puede dejar que la democracia fluya, que se la deje correr sin obstáculos”.
Lidia ya no está con nosotros, pero sus sueños y su mensaje permanecen vigentes.