Inexorablemente, pese a las negaciones, las complicidades y la desidia, finalmente está llegando a su término el proceso por el asesinato del Presidente Eduardo Frei Montalva.

Es comprensible que muchos chilenos, incluso quienes lo admiraban, se hayan resistido a aceptar la verdad. Es que un crimen de esta magnitud –“magnicidio”- nos parecía imposible, pese a los muchos crímenes que hemos conocido desde el final de la dictadura.

Frei era un político y, como tal, estaba expuesto a las incomprensiones propias de su difícil oficio. Se equivocó en la evaluación de la compleja coyuntura de 1973 y eso le generó el rechazo de vastos sectores que creían en Salvador Allende, en la Unidad Popular y que sufrieron todo el odio y la furia de los golpistas. Pero, por lo que se ha ido sabiendo, el peor resentimiento en su contra fue el de los propios golpistas.

Fueron los años de crímenes digitados desde lo alto del poder contra Frei Montalva y otros líderes -significativamente hay que incluir a Tucapel Jiménez, también ultimado en 1982- la represión se hizo selectiva, dejando de ser una algarada (“Vocerío grande causado en una revuelta callejera”) si alguna vez lo fue y devino en un perverso proyecto, sin más horizonte que su perpetuación en el poder y enormes beneficios para sus responsables y sus cómplices pasivos.

Como proclamó en su momento el propio Frei, ha llegado “la hora de la verdad”… y de la justicia-
El video cuyo link se incluye constituye nuestro homenaje a un gran hombre, un gran patriota.
Hay una gran tarea pendiente: no solo recordar, sino, sobre todo, valorar y recuperar su legado.

Por Abraham Santibáñez

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