Una tragedia ha puesto fin a esa ambición disfrazada de ingenuidad. Porque ocurre que esa estrategia, ideada por Alfredo Moreno, tendía a obviar la dimensión política del problema, a hacer como si no existiera. Y esa dimensión es, y seguirá siendo por mucho tiempo, como lo mostró este incidente, la disputa por el control de un territorio que el pueblo mapuche siente le pertenece real y simbólicamente. Y esa demanda del pueblo mapuche -o lo que es igual, de sus élites dirigentes- no se satisfará ni con programas de colaboración empresarial ni con coaching ontológico ni con la astucia del management ni con el ejemplo del Hogar de Cristo ni reiterando la experiencia de la Teletón. No, señor. El pueblo mapuche es pobre, pero no es esa su identidad. Su identidad es la de un pueblo que se siente despojado y excluido no de la modernidad, sino por la modernidad, o por una versión de la modernidad, y por el Estado.
Comentarista Carlos Peña refiriéndose a la muerte de Camilo Catrillanca y las debilidades que presentaría el plan liderado por el ministro Alfredo Moreno.