Estamos en una época donde hablar de “temáticas de género” o “feminismos” pasó de ser una moda, una neurosis pasajera, una histeria femenina. La desigualdad social de las mujeres mata, invisibiliza, esclaviza y tortura. Es un tema de Estado que debe ser abordado como prioridad en todo el quehacer del ejecutivo, sobre todo en el ámbito de la cultura y educación.

Las chilenas dijeron basta. Hemos visto que la ciudadanía lentamente ha comprendido la necesidad de demandar los espacios que violentan los derechos de las mujeres en Chile: la comisión de Género del Colegio de Periodistas en medios de comunicación, las universitarias marchando por los derechos sobre sus cuerpos y las actrices atreviéndose a denunciar a sus abusadores amparados durante años por una sociedad enferma, entre muchos otros movimientos surgidos en la última década.

Paradójicamente y mientras la gran mayoría de las chilenas y chilenos entienden lo que este movimiento significa no solo para Chile sino en todo el mundo, el Gobierno no ha hecho sino dejar en claro que no existe respeto por las mujeres de nuestro país, ni tampoco por los derechos humanos.

Sin tener que hacer mucha memoria, cito a algunas autoridades: el ahora presidente Sebastián Piñera; “las mujeres se tiran al suelo y se hacen las muertas, y todos nosotros nos tiramos encima y nos hacemos los vivos” (Linares, 2017), o el ex ministro de Cultura de este mismo gobierno, “más que un museo (…) se trata de un montaje cuyo propósito, que sin duda logra, es impactar al espectador, dejarlo atónito, impedirle razonar (…) Es un uso desvergonzado y mentiroso de una tragedia nacional que a tantos nos tocó tan dura y directamente”, dice en una cita de “Diálogo de Conversos” (2015), su libro de conversaciones con Roberto Ampuero.

Tiene sentido entonces, comprender que el Ministerio de Cultura haya invisibilizado a un grupo de dramaturgas en busca de apoyo para Women Playwrights International Conference (WPIC), la conferencia mundial de mujeres dramaturgas que se celebra cada tres años en algún lugar del mundo, y que en su 11° versión se realiza por primera vez en Chile.

En una entrevista publicada en la Revista Paula este domingo, Sally Campusano, una de las organizadoras, señala que: “eso es lo paradójico, estamos hablando de un evento internacional importante, que reúne mucha gente, donde toda la institucionalidad público-privada del área cultural de Santiago está super involucrada, menos el ministerio. Pero somos artistas, somos mujeres, y vamos a tener que encontrar alguna solución. Estamos en eso, tratando de resolverlo.”

Un ataque a la cultura y las mujeres. La constante salida de ministros en la cartera de cultura durante este año no hizo más que dejar en cero todo lo avanzado en las conversaciones con cada autoridad. El trabajo de estas mujeres dramaturgas, entre las que se encuentran las chilenas Sally Campusano, Muriel Miranda y Andrea Jeftanovic (entrevistadas por Paula), más Ximena Carrera, Nona Fernández, Carolina Quintana, Carla Romero, Daniela Molina, Constanza Blanco y Leticia Arbelo.

El tema para conferencia WPI 2018 Chile es: Territorio, sociedad y dramaturgia femenina. ¿Tiene que ver entonces con la cultura, con las mujeres, con los movimientos y las voces que surgen en todos los ámbitos de la sociedad? Coincido con Andrea Jeftanovic (entrevistada por Revista Paula).

“Las mujeres que leen y escriben son peligrosas. Y siempre, el que haya más mujeres en el espacio público, genera sospechas, da miedo. El sistema patriarcal ha vivido cómodo y ahora ve como una amenaza a las mujeres capaces de organizarse y de decir que no somos más ciudadanas de segunda clase. En resumen, temen al incipiente MeeToo local, a los pañuelos verdes en las calles, al “ni una menos”. Se teme a la igualdad.”

Por Paulina Rossel L.

Ir al contenido