Faltan menos de dos meses para el comienzo de un nuevo año. Menos de dos meses para que asuma en Brasil el Presidente Jair Messías Bolsonaro. Un mes antes, en Ciudad de México, asumirá el mando por seis años Andrés Manuel López Obrador. Los actores más viejos de la política continental (Evo Morales ha quedado como Decano), siguen en sus puestos. Los más nuevos, como Iván Duque, en Colombia, y Martín Vizcarra, en Perú, recién se afirman en el cargo. A otro, como Mauricio Macri, en Argentina, le queda poco más de un año en el poder y su país no está en calma. Pese a las conmociones que vive Venezuela, Nicaragua es sin duda el país más violento y la tragedia, por la porfía del Presidente Daniel Ortega, solo puede empeorar.
Hay entusiasmo en algunos sectores por el triunfo de Bolsonaro, pero el panorama continental no es promisorio. Son muchos y muy diversos los problemas que enfrenta cada país. Con Donald Trump en Washington y las amenazas de una nueva crisis económica mundial, no hay modo de ser optimista.
Hasta ahora el Canciller Ampuero ha cosechado aplausos, en especial por el resultado favorable en La Haya ante la demanda boliviana. Pero su buen desempeño sigue a prueba. Un golpe inesperado fue la decisión de un organismo especializado francés, de concederle asilo político a Ricardo Palma Salamanca, condenado a pena perpetua en nuestro país por ser el autor material del asesinato del senador Jaime Guzmán. Aunque en la reciente visita a Francia, Sebastián Piñera fue recibido con cordialidad por el Presidente Emmanuel Macron, parece difícil que se pueda cambiar la decisión de la Oficina Francesa de Protección a Refugiados y Apátridas (Ofpra). Más aún si el gobierno chileno no ha podido nombrar a su representante diplomático en París en más de siete meses.
En un mundo globalizado, no hay posibilidades de que un país pueda sobrevivir encerrado en sus fronteras. Ni siquiera Corea del Norte, en sus peores momentos, pudo desentenderse del comercio exterior. En América Latina, es caso más emblemático es el régimen del paraguayo José Gaspar Rodríguez de Francia y Velasco, “dictador supremo” desde 1814 hasta su muerte en 1840. En parte por propia voluntad y también en parte por el bloqueo externo, trató de convertir a su país en una isla mediterránea, autosuficiente. El resultado fue un desastre.
Hoy día no habría cómo intentarlo siquiera. (Aunque conviene no olvidar que, en su pasado como editor de El Mercurio, Joaquín Lavín cantó en 1987 una entusiasta oda al mundo más allá de nuestro continente: “Adiós América Latina”).
Todo lo cual significa que, en el resto de su gobierno, el Presidente Piñera deberá enfrentar los problemas internos que ya conocemos (y otros que aún no disputan espacio en las noticias). Pero también se encontrará frente a no pocos desafíos internacionales.
Esperemos que la buena onda con Brasil, que tiene precedentes históricos, le facilite la tarea.
Por Abraham Santibáñez M.