Por Gustavo González
Todos los aniversarios son un momento de alegría, pero también una instancia de reflexión. Este 13 de febrero de 2025 conmemoramos 213 años desde que en una fecha similar, allá en 1812, circuló el primer número de la Aurora de Chile. Eran los tiempos de la Patria Vieja y la visión libertaria de don José Miguel Carrera encontró un eco fraternal y propicio en el fraile de la Buena Muerte, Camilo Henríquez, quien plasmó desde su origen un deber insoslayable para la prensa, los periodistas y los trabajadores de las comunicaciones en general.
No tememos parecer redundantes si una vez más recordamos las palabras con que definió la misión y el deber de La Aurora de Chile y que siguen siendo un mandato para nosotros:
“Está en nuestro poder el grande, el precioso instrumento de la ilustración universal, la Imprenta. Los sanos principios, el conocimiento de nuestros eternos derechos, las verdades sólidas y útiles van a difundirse entre todas las clases del Estado”.
Y agregaba: “Se echaba de menos un periódico que las anunciase y difundiese, que generalizase las ideas liberales; consolidase la opinión y comunicase a todas las Provincias las noticias del día”.
Es este legado, este mensaje, esta lección y esta interpelación la que hoy celebramos con el afán de declararnos fieles a una prensa libre y ciudadana. Una tarea que en verdad no es fácil y que en cada 13 de febrero nos conmina a renovar la lucha.
En Chile los periodistas seguimos enfrentados a una creciente precarización de nuestro trabajo. Los poderes empresariales que controlan los grandes medios de la prensa escrita, la mayoría de los canales de televisión y de las emisoras, se han demostrado incapaces de administrar bien sus negocios y de hacer un buen periodismo que atraiga a las audiencias. Y a la hora de los balances, buscan disminuir sus pérdidas despidiendo periodistas y demás trabajadores de la prensa, porque apostar a una información de calidad va en definitiva en contra de sus intereses políticos y comerciales.
Los periodistas luchamos hoy con los dueños de los medios y los dueños de plataformas mediáticas virtuales que se hacen llamar impropiamente “redes sociales”, que a nivel nacional e internacional son canteras inagotables de noticias falsas y de campañas que inspiradas en afanes geopolíticos y monopólicos distorsionan el buen ejercicio de una ciudadanía consciente.
La geopolítica se impone sobre los derechos humanos. Las guerras, como se sabe, tienen como primera víctima a la verdad y los corresponsales y reporteros que buscan transmitir los horrores de crímenes de lesa humanidad pasan a ser también enemigos a exterminar. Así ocurre en Gaza, donde los periodistas palestinos que cubren el genocidio del ejército israelí fueron reconocidos con el Premio Mundial de la Libertad de Prensa 2024, en el encuentro celebrado en nuestro país en el mes de mayo.
A la hora del balance de este último año, tenemos que aplaudir el fin de la inhumana persecución a Julian Assange por parte del gobierno de Joe Biden. Pero no hay casi nada más que celebrar: durante el año 2024 hubo 54 periodistas asesinados, 55 fueron tomados como rehenes, se contaron 95 periodistas desaparecidos y 550 que permanecieron en prisión en varios países.
A la vez miramos el futuro inmediato con alarma. No puede ser de otro modo cuando se instalan discursos de odio en los gobiernos desde Washington y varios países europeos, seguidos como perros falderos por algunos gobernantes latinoamericanos, como acontece al otro lado de la cordillera.
Aquí en Chile nos espera una tarea ardua, que se resume en una fórmula simple y valiosa: recuperar el carácter social del periodismo con una impronta ética que se ajuste a los valores de la solidaridad y el bien común, para construir una sociedad para todas y todos. Trabajar hacia esta meta es el mejor homenaje a nuestro padre fundador Camilo Henríquez.