Por Loreto Paillacar S.
En este aniversario 116, el Círculo de Periodista otorgará una distinción al periodista y ex tesorero Rubén Escribano por su destacada labor como dirigente de la entidad.
“Estoy muy agradecido. El tiempo que trabajé lo hice sin ningún interés, entonces, si reconocen mi trabajo, pues lo agradezco bastante”, señala Escribano desde su casa en una entrevista vía Zoom.
-¿Cómo fue su relación con el Círculo de Periodistas de Santiago? ¿Qué significó ese paso por la institución?
En el Círculo estuve dieciséis años como tesorero, porque como además era contador, siempre me decían que el trabajo mío allí tenía que ser de tesorero. Lo pasé bien, y ahí estuve con gente muy interesante. Admiraba mucho a María Verónica Martínez (primera mujer presidenta del Círculo, quien asumió en 2004), considero que ella también merece un reconocimiento.
A sus noventa y tres años, con dos hijos y siete nietos, el periodista y contador de profesión expresa que está “muy feliz con mi gente, me siento muy bien”.
Y sigue reflexionando acerca del periodismo: “Los periodistas deben saber muy bien lo que están diciendo, lo que están haciendo y lo que están transmitiendo a la gente. El periodista tiene que orientar a la población. Por eso se habla que el periodismo es el cuarto poder del Estado, pero hoy, más que todo, los periodistas se dedican a ponerle la ruta al gobierno”.
Segunda promoción de la U. de Chile
En la década de los cincuenta, Rubén Escribano ingresó a estudiar periodismo en la Universidad de Chile. Pertenece a la segunda promoción de periodistas. En ese entonces, estudiaba y, paralelamente, trabajaba en Chilectra. “Me robaba un tiempo de trabajo para asistir a la universidad”, comenta.
Al egresar, le ofrecieron trabajar en el extranjero, específicamente, a La Habana. “Me había recibido de periodista y estuve ocho meses en Cuba, porque la publicación en la cual trabajaba se terminó. No la pudieron sacar, porque bloquearon el país. Entonces, pedí irme a Alemania a estudiar economía política y me dieron la beca”, cuenta.
“Estuve seis años estudiando un doctorado, hice varios trabajos, pero después ya no pude seguir, tenía a mi mamá ya muy viejita, así que me volví a Chile”, agrega.
-¿Cómo se inició en el periodismo y cuál fue el interés que tuvo para estudiar y dedicarse a esta profesión?
Siempre me interesé por el periodismo. Me gustaba cuando era niño. Un amigo hacía un diario a mano, me gustó eso y se lo copié. Siempre estaba con las antenas puestas para todo lo que pasaba en el mundo y en mi país.
Durante las vacaciones en Viña del Mar en la casa de un tío, compraba todos los días el diario La Estrella y así me enteraba lo que estaba pasando en la Segunda Guerra Mundial. En ese tiempo, catalogamos el periodismo como el cuarto poder del Estado. No sé si todavía la gente considerara que tiene tanta fuerza. Creo que tiene fuerza, pero no la de antes. Se ha restringido mucho.
-¿Por qué cree que ha pasado eso?
Ahora tiene que ver con fijar las pautas a los gobiernos. Empiezan con un tema, a darle hasta que el gobierno tiene que preocuparse.
Se eliminaron casi todos los diarios escritos. Quedó la radio, pero cada vez va perdiendo más fuerza, porque apareció la televisión y ahora se ve más televisión. Yo paso todo el día viendo tele, porque como tengo tiempo (bromea). Sigo el ritmo del periodismo desde un punto de vista de espectador.
-Durante su trayectoria profesional, ¿qué áreas temáticas prefería?
A mí me gustaba la política. Entonces, hacía un comentario político personal una vez a la semana en la radio. Lo que más me ha gustado siempre ha sido la política. No solamente chilena, sino que de todo el mundo. Soy muy universalista.
Escribano trabajó en la Radio Corporación, una estación existente entre 1945 y 1973. Sus estudios se ubicaban en Morandé 25, en el centro de la capital; escribió en el diario La Nación; también se desempeñó en la radio de la Central Unitaria de Trabajadores, donde le propusieron que se fuera a Rancagua, porque iban a comprar una emisora y él sería su director.
Estábamos en eso –recuerda Rubén- cuando vino el golpe cívico-militar y se acabó- Las radios estaban controladas, no se podía decir cualquier cosa. Había que tener mucho cuidado con lo que se comunicaba. Quedé fuera de promoción con el Golpe de Estado.
De periodista a contador
-Cuando ya no pudo trabajar como periodista, ¿qué hizo durante esos años?
Hice muchas cosas. Con mi señora teníamos un almacén en Conchalí. Después me puse a estudiar contabilidad, porque yo había estado estudiando economía política en Europa. Me recibí de contador. Tenía una cartera de clientes y cuando volvió la democracia me fui a trabajar a una empresa pública del Estado que tenía almacenes dentro del país.
-¿Alguna recomendación que quiera entregar a las nuevas generaciones de periodistas?
El periodismo es prácticamente una profesión que yo considero que no se enseña. Uno toma el ritmo y se convierte en periodista. Es cuestión de tomar el ritmo, pero tiene que estar muy preparado. Que se dediquen a estudiar periodismo, por un lado, pero hay que prepararse para ser una persona muy culta. Saber de todo un poco, pero también de algo hay que saber mucho.