Por Federico Gana Johnson

En esta fecha en la que desde hace 30 años conmemoramos el Día Mundial de la Libertad de Prensa, debemos también multiplicar nuestras plumas, nuestras cámaras, nuestra la mirada reporteril personal y de las redes sociales, para observar alrededor e insistir en la batalla global por la libertad de expresión en la Humanidad.

Es cierto que en las tres décadas que transcurrieron hasta hoy desde la proclamación de este día en 1993, hemos presenciado avances de alguna manera sustanciales en pro de una prensa libre y la libertad de expresión sobre la faz de la Tierra.

También es cierto que los medios de comunicación independientes sumados entre sí y la aparición creciente de las tecnologías digitales están uniendo a las civilizaciones y permiten una mayor circulación de la información.

Es el lado positivo.  Sin embargo, existe otra certeza, que se mantiene y tristemente, se va agigantando. Y duele.

El lado negativo, efectivamente, aumenta cada día su peligrosidad. Es innegable (¡aunque cómo quisiéramos negarlo!) que todos los seres humanos como miembros de la comunidad internacional, cada día más cercana y comunicada, nos enfrentamos a innumerables y difíciles escenarios derivados del campo de la información.

Son realidades plenas de conflictos, de violencia, de desigualdades e inequidades de todo tipo. La lista de situaciones que no quisiéramos constatar aquí ni consecuentemente comentar sobre ellas, es prácticamente infinita y todos sabemos de ello.

Al mismo tiempo, se extiende la desinformación y la información errónea tanto en línea como en otros medios, con graves repercusiones para las instituciones que sustentan la democracia, el Estado de Derecho y los derechos humanos.

Derivado de lo anterior, la anhelada libertad de los medios de comunicación, el respeto y la seguridad personal de los profesionales de la prensa y la citada cabal libertad de expresión sufren, cada jornada en cualquier lugar del planeta, algún ataque certero.

Así, se extiende la falta de conocimiento de la realidad y la malintencionada entrega de visiones sesgadas de lo que le importa al lector, al televidente, a los millones y millones de personas que se alimentan cultural y políticamente de manera errónea, con gravísimas consecuencias y  desviaciones.

En otras palabras, son los Derechos Humanos los que se encuentran hoy universalmente amenazados.

Precisamente para contrarrestar esta situación, hoy 3 de mayo junto con celebrar las tres décadas del Día Mundial de la Libertad de Prensa, llamamos a reflexionar. Como decíamos al iniciar estas líneas, a mirar alrededor.

Cuando los habitantes del mundo estamos más cercanos cada día, instamos desde nuestra página del Círculo de Periodistas de Chile, no solamente a emocionarnos y a abrazarnos.

También, resueltamente, a sentir y a comprometernos por defender desde el fondo de nuestros pensamientos a la libertad de prensa urbi et orbi.

Lo vemos como la herramienta humana mayormente indispensable para sobrevivir bien y sumarnos en la elaboración, defensa, crecimiento, distribución, enseñanza, enriquecimiento y tanto más del clamor principal, ya casi al final de este primer cuarto de siglo, que pide ayuda y apoyo.

Todo lo anterior, porque el derecho a la libertad de expresión, consagrada en el artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, es el requisito previo, obligatorio y constituyente principal, la fuerza impulsora para el disfrute de todos los demás derechos humanos que nos brinda la vida.

Sigamos luchando, entonces, por ello.

 

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