Por Abraham Santibáñez
El día en que murió Alberto “Gato” Gamboa, Premio Nacional de Periodismo de 2017, el titular más recordado tanto en la prensa y radio como en las redes sociales fue la primera página de Fortín Mapocho: “Corrió solo y llegó segundo”. Concisa lápida, redactada por el Gato, tras el plebiscito que puso fin a la pretensión del capitán general Pinochet de mantenerse en el poder.
Gamboa era más que el ingenioso autor de implacables titulares. En el debate del jurado del Premio Nacional -del cual fui parte por haber sido el premiado anterior- se destacó su labor como fundador y director de dos diarios populares: Clarín y La Cuarta. Pero no fue el alto tiraje de ambas publicaciones lo que llamó la atención de los participantes, sino, como explicó Adriana del Piano, ministra de Educación y presidenta del jurado, Gamboa es “hombre de profundas convicciones democráticas, que nos deja un gran legado de narrativa popular”.
En otras palabras, en una época en que los chilenos -de todos los niveles socio económicos- leemos poco o nada, el periodista premiado incentivó el hábito de la lectura, en especial en los sectores populares. Lo logró mediante el uso de un lenguaje sencillo, accesible fácil y atractivo.
Esta mirada entre irónica y divertida, tan bien expresado en el recordado titular del Fortín Mapocho, era característica de Gamboa. Es posible que alguna vez este tipo de observaciones haya resultado hiriente para algún lector. Pero es un hecho reconocido que en su ejercicio profesional evitó siempre emplear la ofensa o la injuria.
Así lo hizo ver él mismo en “Un viaje por el infierno”, relato de su odisea en campos de detención después del golpe militar. Recordaba que cuando lo liberaron en Santiago, luego de volar desde Chacabuco, un ofendido oficial le enrostró un comentario en el cual le habían asignado un “Huevo de oro”. Le pidió que lo leyera en voz alta y antes de terminar le preguntó su opinión: “¡Horrible!”, respondió. Luego le explicó al militar que Clarín y Puro Chile (responsable de distribuir los Huevos de Oro), eran dos diarios distintos.
La vida de Gamboa en los años de la dictadura no fue fácil. La identificación de Clarín con la Unidad Popular significó que el diario fuera cerrado el mismo 11 de septiembre de 1973. Posteriormente fue detenido, estuvo un tiempo prisionero en el Estadio Nacional y más tarde fue recluido en Chacabuco.
En una emotiva carta a su hijo, con la cual cierra “Un viaje por el infierno”, le dice:
“Los sufrimientos nuestros (no) son fuente de rencor o de odio. Por el contrario, pienso que son la semilla de la reconciliación y el reencuentro”.
Pese a los malos tratos, las arbitrariedades y la tortura, nunca perdió la bonhomía y la incapacidad de odiar. Así lo subrayaron, con motivo del Premio, 17 colegas integrantes de la “Mesa de los Miércoles” en la cual participaba Gamboa. Son periodistas de distintos signos políticos, que conocieron y sufrieron de cerca la polarización de los años 70. Lo dicen con todas sus letras:
“El «Gato» es y ha sido siempre un hombre de diálogo, de conversación, de convencer y dispuesto a ser convencido y eso lo eleva como figura más allá incluso del periodismo. Representa lo que probablemente muchos chilenos buscan en medio de las cotidianas diferencias”.
Nada más que agregar.