Por Abraham Santibáñez M

El año termina para el gobierno de Sebastián Piñera con un sabor agridulce. En su balance anual, fue triunfalista: “Estamos terminando el año 2018, un año desafiante, con muchos problemas, pero también un año fecundo, con grandes y significativos logros”, partió diciendo.


Y agregó: “Sin duda la noticia de este año que más nos alegró el corazón fue que el 79 por ciento de los chilenos se sienten felices. La cifra más alta desde que se mide este indicador”.

Aunque reconoció que se han vivido crisis muy serias, insistió en su mirada optimista: “Estamos totalmente comprometidos en avanzar a un Chile más unido e inclusivo, más tolerante y respetuoso, con mayor justicia y solidaridad. Y con menos violencia y más paz”.

Más crudamente, según la encuesta N°259 de Plaza Pública Cadem, en la última medición del año, “el 40 por ciento aprueba y 46 por ciento desaprueba la gestión del Presidente Piñera… el 34 por ciento cree que sí se han cumplido las expectativas que se tenían del Presidente Piñera durante este año”. En resumen: nota 4,3.

El problema de este, su segundo gobierno, no está ahí, sin embargo. Pasa más bien por una grave descordinación en los más diversos niveles.

El último bochorno del 2018 fue la revelación del absurdo episodio de las cartas que el Presidente envió, después de la muerte de Camilo Catrillanca, a su padre y a su abuelo.

Eran cartas de condolencias, cuya mayor importancia no estaba en su contenido sino en el gesto mismo de enviarlas. En el ambiente enrarecido que se vivió al develarse la verdad sobre lo que inicialmente se describió como un enfrentamiento, el Presidente dio una notable muestra de humanidad y solidaridad:

“Me dirijo a usted (a Marcelo, el padre del comunero) para expresarle mi más sincero pésame y solidaridad por la muerte de su hijo Camilo. Lamento profundamente los difíciles momentos por los que atraviesa su familia y, junto a mi mujer Cecilia y todo nuestro Gobierno, le enviamos nuestras más sentidas condolencias en este período de dolor”. Y luego le dio garantías, “como Presidente de Chile”, de que el Gobierno “seguirá buscando incansablemente la verdad sobre los lamentables hechos que significaron la pérdida de la vida de su hijo, hasta el total esclarecimiento y hasta que se haga justicia”.

Esta carta, igual que la enviada a Juan, el abuelo de Camilo, nunca llegó a destino.

“Como lo ha manifestado don Marcelo Catrillanca, ellos nunca recepcionaron las cartas”, confirmó al diario El Mercurio la ministra vocera, Cecilia Pérez.
“Lo anterior ocurrió dado que las personas que podían habérselas entregado y se les encomendó hacerlo, no quisieron o no pudieron hacerlo, y una vez recuperadas por el Gobierno se entendió que era mejor no insistir en la entrega”, explicó.

Curiosa e increíble explicación: el Presidente de la República no ha logrado hacer llegar un mensaje a dos ciudadanos con identidad y domicilio conocidos.

No debe haber muchos ejemplos parecidos en el mundo… si es que los hay.
Urge una mejor explicación. Lo merece la familia Catrillanca. Lo merece el pueblo mapuche. Y lo merecemos todos los chilenos.

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