Por Oriana Zorrilla.
¿Cómo no estar enojada con la muerte? si en un día, de un zarpazo, atrapa a tres brillantes seres humanos vinculados a las noticias, a los afectos, a la lucha por construir un país mejor, al arte y a la democracia. Personas de bien, estrechamente ligadas a las luchas sociales.
Muerte de “mala muerte” que esta vez has tomado para ti a los periodistas Manuel Salazar, el Chacha; Rafael Walker y a la estudiante de periodismo de los años 50 y gran actriz Carmen Barros.
Un mensaje de Ignacio Vidaurrázaga me alertó a las 6:30 de la mañana con la muerte por un infarto de Manuel Salazar, el Chacha. Tras el primer estado de choque se me desató una ira violenta contra lo inexorable de esta noticia.
Algunas horas antes Marcos, compañero de todos los tiempos, me comunicó la partida de Rafael Walker, periodista público y clandestino alternadamente durante la dictadura. Durante los noticieros, las redes sociales y la prensa hegemónica anunciaron que la primera y dulce Carmela de La Pérgola de las Flores, Carmen Barros, la que aprendió a cantar antes que hablar, la de las teleseries y el teatro ya no estará más con nosotros.
El Chacha y sus letras del horror
Admirado por todos “sin caer en la cursilería de santificarlo, porque el Chacha era todo menos santo. Pero por eso mismo, por su implacable mundanidad fue el mejor periodista que haya conocido” como bien señala Alejandra Matus.
Estudió en la Universidad de Chile, profesor de Periodismo informativo y de Investigación en las Universidades de Chile, Católica de Valparaíso y Diego Portales. Además, reportero, redactor y editor pasó por “El Decano” a comienzo de los ochenta, y luego en La Época, Plan B, La Nación y diversos medios internacionales.
En la Sociedad de Escritores SECH, sus colegas discutían, contaban anécdotas y el Chacha en silencio, cubierto por la bandera palestina, su sobrero alón y en una mesa contigua casi todos sus libros de investigación y denuncia. ¿Cómo olvidar los tomos dedicados a la DINA y la CNI? que indagaron sobre su origen, sus miembros, denunciaron sus métodos y estructuras y aportaron para establecer el porqué de los secuestros y asesinatos de miles de chilenos y chilenas.
Textos necesarios como el de Ponce Lerou; Guzmán, quién, cómo, por qué; Traficantes y Lavadores; Contreras, historia de un intocable; Bajo sospecha, doce crímenes en suspenso y El Golpe en Valparaíso, realizado en conjunto con Nelson Muñoz Mera, cuya primera edición fue en agosto de 2023, y que también recoge los testimonios de quienes, luego de varias décadas, se atrevieron a romper el silencio sobre lo que ocurrió en el barco de carga Lebu, en el Buque Escuela Esmeralda y otros centros de detención porteños.
Ese infarto impedirá que Manuel Salazar Salvo -en tiempos en que el negacionismo, la liviandad y la ignorancia campean- siga investigando y dejando sus escritos para que las nuevas generaciones entiendan nuestro pasado reciente que sigue con sus heridas que aún no cicatrizan porque falta la verdad y el reconocimiento.
Público y clandestino: Rafael Walker
Si usted indaga por allí no encontrará grandes biografías del periodista Rafael Walker, alguna mención pequeña sobre su paso por el tenis, su amor por el fútbol, que estudió en el Colegio San Gabriel, en la Universidad de Chile, que era asiduo a Las Lanzas, amigo del Negro Jorquera y amigos “del más amplio espectro”.
Por allí dirán: fue compañero de Cecilia Magni, asesinada en Los Queñes junto a Raúl Pellegrin, estuvo en las querellas para aclarar su muerte, y también se hizo cargo de la pequeña Camila, hija de ambos, y fue papá de Diego Ignacio y Rafael.
Algo más rutilante fue su matrimonio con Cecilia Serrano; después de 16 años tiró su argolla de oro al río, y aunque le aconsejaron que la vendiera, cedió al desencanto.
“Hermano” para los del Frente Patriótico Manuel Rodriguez, colega en televisión, “compañero” para los comunistas, candidato a Alcalde por Lo Barnechea “por puro joder”.
Ese Rafael Walker -buenmozo y encantador- que nació un 13 de febrero de 1955 era un tipo consecuente, “jugado”, gruñón porque odiaba la cesantía y quería estrujar al máximo la vida sin estar enfermo como en sus últimos años.
Camila, su hija mayor hermosa e inteligente como su madre, dijo “nuestro papá nos enseñó que la sangre corre bajo la piel, nos sacó lo horrible del corazón y nos limpió las costras más feas que salen encima. Nos contaba historias y nos hizo ver con la mirada más sensible, y cada una de esas historias nos enseñó a pararnos ante el mundo”.
Sus amigos, colegas, compañeros y familia hicieron un brindis con vino tinto ante su ataúd cubierto con una bandera roja del Partido Comunista y su quepis guerrillero con insignias, remarcando sobre lo que fue un hombre que se sentía responsable de lo que ocurriera con su pueblo “históricamente fue un hombre maravilloso”.
Carmen Barros, la dulce Carmela
Carmen Barros fue parte de la historia de los periodistas, en abril de 1960, el Teatro de Ensayo de la Universidad Católica estrenó en el Teatro Camilo Henríquez, “La pérgola de las flores”, amante de la música y del canto, la famosa actriz contó a los periodistas, a través de un bello reportaje del Círculo de Periodistas de Santiago, su historia con lujo de detalles.
Para otros, fue vital en sumarse al primer directorio de la Fundación PIDEE (Protección a la Infancia Dañada por los Estados de Emergencia) titulo rimbombante para nombrar a la organización que brindó atención médica, psicológica, escolar y afectiva a los hijos de los y las prisioneras políticas. Muchos de esos niños, niñas y adolescentes fueron detenidos y torturados junto a sus padres o madres, otros se vieron privados de crecer con ellos porque formaron parte de los hijos e hijas de detenidos desaparecidos.
Lo que no se ha dicho en la prensa hegemónica es que Carmen Barros, junto a Elena Caffarena, Olguita Poblete, Fanny Pollarolo y María Eugenia Rojas, entre otras mujeres aguerridas defendieron a brazo partido esa organización que atendió a más de 12 mil niños agredidos de distinta forma y cuyos archivos fueron digitalizados por la UNESCO e incorporados el 2003 al registro Memoria del Mundo. Tampoco se ha dicho que era militante de la Izquierda Cristiana y que siempre estuvo en las distintas luchas publicas y privadas contra la dictadura.
La muerte no ha sido selectiva esta vez y junto con privarnos de Manuel Salazar, de Rafael Walker y Carmen Barros ha dejado más pobre a este país en humanidad, en luchadores sociales, en seres infinitamente inolvidables.