Por: Ignacio Kokaly

 “Sueño que el tiempo” es el libro de poemas que el próximo miércoles 11 de junio, a eso de las 18.30 horas, presentará el periodista y escritor Gregorio Angelcos en la biblioteca del Círculo de Periodistas de Santiago.

Escrito hace 27 años, esta segunda edición del libro cuenta con una selección de poemas inéditos cuyos versos siguen la estela de amores imaginarios, revisitan hilarantes escenas de relaciones del pasado y atraviesan el dolor de la pérdida, no sin antes agradecer la huella que dejaron aquellos que ya partieron.

La publicación significa el regreso de la poesía a la vida del escritor –que solo pretende hacer una publicación más de este género en su vida–, tras largos años dedicado a la narrativa en prosa y al periodismo.

En entrevista con el Círculo de Periodistas de Santiago, Gregorio Angelcos desmenuza sus poemas más especiales, revela anécdotas que solo emergen al ritmo de una conversación pausada, y explica la magia de la literatura, que en la palabra precisa lleva al ser humano a dimensiones insospechadas

P: ¿Cómo surgió y cómo se articula esta composición literaria, Sueño que el tiempo?

Gregorio Angelcos:  Este poemario lo escribí hace veintisiete años. Mis primeras publicaciones fueron de poemas, publicados en tres libros con una diferencia de cerca de cuatro años entre ellos.  En ese tiempo, década de los ochenta, estudiaba en la Escuela de Arte de la Universidad de Chile, y ahí comencé a escribir poesía epigramática, muy corta.

Junto a Julieta, una compañera de facultad que estudiaba Artes Plásticas con mención en pintura, conseguimos tener un muro en la escuela donde colocar estos poemas con representaciones gráficas hechas por ella.

Al egresar, un sentimiento interior me trasladó a la narrativa, y comencé a escribir mis primeros libros de cuentos: Simultáneamente, inicié mis vínculos con el periodismo, escribiendo crónicas misceláneas sobre hechos culturales ocurridos en el período; eran irónicas y contingentes, pero en un corto periodo escribí un poemario que fue mi primera publicación. Me gustó ese proyecto poético, entonces. Luego publiqué Arquitectura sencilla, un libro pequeño con micropoemas que se convirtió en un éxito inesperado por su formato pequeño y de bajo precio comercial. Entonces, Ediciones Documentas, usando esta estrategia de formatos pequeños y bajo costo me publicó Versos para escribir sobre los muros de la ciudad, una propuesta para reivindicar los mensajes escritos en los muros que tenían consignas políticas, y mezclaba la estética, la poesía y la crítica. Se exhibían en un canasto, tipo souvenir, junto al stand en ferias de libros. La gente lo encontraba atractivo. Tuvo tres ediciones y se publicó en Italia y Francia. Posteriormente, Documentas publicó la primera edición de Sueño que el tiempo, poemario que presentaremos en el Círculo de periodistas. Sueño que el tiempo fue mi tercer libro de poemas, editado durante la transición a la democracia. Después de estas experiencias, la poesía quedó como estacionada; desapareció un rato de mi vida y la narrativa apareció con mucha más fuerza.

Esta segunda edición incluye los poemas de la primera, además de otros, inéditos y contemporáneos. Con este libro percibí un crecimiento, la poesía y su autor habían madurado, eran poemas reflexivos y a mi juicio, de mayor creatividad. Es así que, tras veintisiete años, la poesía reapareció en mi vida.

Reflexiona unos segundos y agrega, creo que publicaré un libro más de poesía, siento que es necesario por su contenido, y espero hacerlo en un año más. Se llama Poemas de consumo en envases desechables, y tiene que ver con estos tiempos, la historia del país, y los productos de consumo en diversas décadas, y entremedio se aprecia la crisis política de Chile. Hoy todo viene envasado, y ese envase suele ser desechable; ahí está la paradoja que convoca a la gente a leer estos poemas, que precisamente son para consumir y desechar, como si fueran un paquete vacío de cigarrillos.

P: ¿Cómo entiende el amor esta obra?

G.A.: “El sentido de la vida es volverlo a encontrar”… se refiere al amor. Cuando el amor desaparece uno queda en un vacío emocional, pero posteriormente puedes encontrarte con una pareja diferente. En mi caso, tropecé con Carmen Klenner, intempestivamente: Fue una compañera maravillosa que falleció de cáncer el año 2021. El amor es así, ecléctico, las circunstancias y el azar desempeñan un rol invisible en la vida. Si yo no hubiese hecho un taller de cuentos en Las Condes, donde se inscribió, jamás la hubiese conocido.

Sueño que el tiempo es un libro que está dividido en tres partes. La primera es Antes del amor, que son cinco poemas de amor publicados hace casi tres décadas, y el sexto que agregamos es en homenaje a la memoria de mi padre, que lo definimos como parte del amor filial. Es muy emotivo y me cuesta mucho leerlo, si alguien lo quiere leer por mí, genial, pero yo no puedo hacerlo sin quebrarme a mitad de camino.

Los poemas que siguen en la segunda parte, Después del amor, también son de amor –valga la redundancia–, pero la gracia es que se basan en historias sentimentales verdaderas. Salvo el de mi padre, todos los de la primera parte son creaciones de amores imaginarios.

La tercera parte del poemario, La realidad dejó de ser una ilusión, la mente se pierde en el vacío, fue escrita a finales de la década de los 80 y se involucra con otro tema gravitante en la época. A principios de 1990 se inicia la globalización, y con ello surge la revolución tecnológica, con internet, celulares, comunicación instantánea… entonces estos poemas son una confrontación de esta nueva realidad, que se impone en nuestras vidas. Estos poemas tienen un carácter social, enlazados a los cambios que el mundo estaba viviendo y que recibimos con gran impacto.

También se produce una paradoja: tenemos mayores espacios de comunicación e interacción, pero cada vez estamos más solos y aislados. Hay poca comunicación humana y demasiada comunicación electrónica. Solo basta pensar en la Inteligencia Artificial.

P: ¿Qué es la poesía para usted?

G.A.: Yo no me considero poeta, soy más bien un escritor en un sentido más integral, abrazo los diferentes géneros literarios. No tengo el perfil de un poeta, como Raúl Zurita o Teresa Calderón, mi relación con el mundo es más racional, más conceptual, bastante periodística. Pero considero que la poesía es una expresión humana clásica, bella, iluminada, sensible, que explora el lado más íntimo de la vida desde la belleza, algo totalmente libre.

A pesar del progreso tecnológico, cuantitativo, material, científico, etc., la poesía persiste a través de las generaciones, mutando en contenido y lenguaje. Cualquier persona puede escribir un buen poema, pero no es un poeta. El poeta tiene características muy específicas de personalidad, tiene una actitud diferente frente a la realidad, vive con variables como la introspección, el silencio, una mirada esencial sobre la realidad. El poeta es un sujeto vital y trascendente en todas las culturas. La poesía nos humaniza, nos hace más nobles y nos permite comunicarnos mejor.

P: ¿Qué representa un siglo en la obra?

G.A.: El tiempo es un elemento crucial en mi obra. No me refiero al tiempo cronológico, sino al tiempo de la conciencia –mencionado por Octavio Paz–, que puede condensar largos periodos en breves instantes. El tiempo de la conciencia puede sintetizar y condensar la realidad, porque esta forma literaria de vivir en el tiempo reduce el tiempo cronológico a un tiempo breve en la imaginación.

Un siglo en mis poemas o en mis cuentos, puede ser diez segundos cronológicos; el tiempo es manejable literariamente, a diferencia de la realidad. A través de la literatura uno se puede volver más joven, retrocediendo en el tiempo, pese a que vayamos inexorablemente caminando hacia la muerte.

P: ¿Cómo eran sus padres y qué rol tienen en los poemas?

G.A.: Mi padre fue un inmigrante griego que fue obligado a combatir en la Primera Guerra Mundial. Trató de huir y salió desde su natal pueblo de la Castoría, pero fue apresado en Francia y enrolado en el servicio militar. Dos décadas después, observando que Europa se encaminaba a una Segunda Guerra Mundial, emigró a Panamá, donde se radicó algunos años, y luego viajó a Chile en la década del 50 del siglo pasado.

Mi madre era sureña, de Longaví, y llegó a Santiago en busca de trabajo. Mi padre tenía un restaurante y se lo dio. Así se conocieron y se casaron.

Tuve una infancia llena de afecto en una familia pequeña, con muchos valores. Mi padre, a pesar de su poca educación formal por las condiciones de la guerra, era un gran lector, teníamos en casa una biblioteca con más de 2500 libros, y me transmitió su amor por la literatura.

Era divertido, porque cuando era niño no me gustaba mucho la historia de Chile como ramo en el colegio, entonces mi papá leía la Historia de Chile de Frías Valenzuela y luego me explicaba los distintos fenómenos sociales en el almuerzo.

En el libro está un poema dedicado a mi padre, que escribí para su funeral –nunca pensé que estaría editado en un libro– y otro dedicado a mi madre.

Cuando escribí el poema para él, mi madre aún estaba viva, así que pudo conocer el escrito. Ella falleció una década después, e incluir este poema dedicado a mi madre fue una forma de tenerlos de nuevo juntos, conmigo, tal es el caso del poema en memoria de mi compañera, Carmen.

P: ¿Cómo los versos convierten lo cotidiano en algo excepcional?

G.A.: El lenguaje poético utiliza representaciones simbólicas de la realidad.  Lo cotidiano se transforma a través de imágenes y metáforas.  Por ejemplo, un vaso de cerveza a medianoche se convierte en «un vaso ebrio y trasnochado».  El lenguaje poético es distinto al lenguaje objetivo de los géneros periodísticos, por ejemplo.

P: Borges tiene un poema dedicado a un poeta menor, diciendo que este es una simple palabra en un índice. ¿Se siente cómodo con esa posible posición?

G.A.: No sé si me siento así, recuerda, yo soy un escritor de poemas… pero reconozco ser un discípulo de Borges.  Su literatura fantástica y su estilo de vida me impactaron profundamente, sentí que los dilemas que él tenía yo también los tuve, como los conflictos con el tiempo y la eternidad. De niño decía ‘¿Para qué voy a estudiar si igual me voy a morir?’, pero en Borges aparecieron todos estos conceptos que me cambiaron la realidad, mostrándome que podía vivir en la abstracción y en la conciencia.  Mi libro de cuentos, Dios necesita un psiquiatra está completamente relacionado con el estilo de Borges, aunque ambientado en nuestra realidad urbana.  En general, soy un escritor de ficciones, mi estilo oscila entre la literatura fantástica, el realismo mágico y el mundo real maravilloso, que creó Alejo Carpentier.

Cálculo indefinido
(A Carmen)

Fuiste una aparición
en un paisaje invisible,
descendiste de una estrella,
no tenías peso,
tal vez un poco de volumen,
ingrávida
de cielo desconocido.
Tus ojos no brillaban,
solo una tenue luz
iluminaba mis sentidos.
Eras una niña
de ojos dispersos
y una sonrisa hierática.
Un esqueleto sinuoso
de articulaciones lánguidas,
una belleza extraña,
difusa y posmoderna.
El personaje vital
de una novela de Bukowski,
Y caíste enfrente de nadie,
ajena a todas las miradas,
sola
en busca de mi soledad,
al rescate de mi muerte.
Y escribimos una novela
Sin mirar el mar
ni la naturaleza agreste,
me regalaste la paz,
y un tiempo de verdad
y de conciencia.
Para vivir en tu regazo,
eternamente.

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