Por Enrique Ramírez Capello
Propietarios de la palabra, el periodismo y la literatura se engarzan en su excelencia. La armonía los une. Las fórmulas noticiosas de antaño se quebrantan.
El esquema monótono es despedazado por un estilo creativo, volcán de renovaciones. Lo previsible y lo anunciado se mudan por apetitos de lectores ávidos de frescura.Estos no quieren repeticiones que aburren y denuncian pereza editorial.
Las voces de hoy deben ser frutos lozanos. Lo obvio se triza, desaparece. Los fantasmas del anteayer se esfuman con la aparición de Internet y de las redes sociales.
Con el respaldo de la ética: fuentes responsables, pertinentes y oportunas. Recientes atropellos de Mega y Canal 13 ponen en riesgo la fe colectiva. Reaccionaron el Colegio de Periodistas, el Consejo Nacional de Televisión y el público. Exigen documentación seria y apego irrenunciable a la verdad.
En lo grueso, el periodismo transmite realidad y la literatura, ficción. Pero son casas pareadas. Tienen que ascender por la colina de la pasión, la belleza y la instancia de interés.
Van de la mano a los subterráneos para rescatar aquello que convoca a lectores, auditores, televidentes y cibernautas. Lo reflexiono a leer “Periodismo narrativo en América Latina”, coordinado por Antonio López Hidalgo.
En la obra se destaca a Martín Caparrós, periodista argentino : “Va más allá, renovando el lenguaje, dejando su patente en cada palabra, buscando recursos nuevos e innovadores, traduciendo los hechos en un mensaje diferente y único, entremezclando sus vivencias personales con las historias escritas, como si una no pudiera contarse sin la otra, como si ambas se retroalimentaran inevitablemente”.
Introduce su percepción subjetiva con nuevos útiles narrativos, que solo habían sido propiedad de la literatura.
Lo conocí en la Universidad Diego Portales. Él estaba interesado en visitar el Mercado Persa del Biobío. Yo, como rastreador sabatino, le di datos y sugerencias.
El periodista norteamericano Jon Lee Anderson compara el triunfo de la crónica latinoamericana con el boom literario de Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y Julio Cortázar.
Dice que es otra manera de contar la realidad, tesis a la que adhiero con entusiasmo.
Rompe el añejo axioma de “un mar de conocimientos de un centímetro de profundidad”.
Muy poco.
Ahora no. Se recurre a un submarino para encontrar propuestas nuevas.
No se puede ahuyentar al lector.
Es mi acto –y acta– de fe, porque mi domicilio es el periodismo