Por Abraham Santibáñez M.

Es comprensible la exasperación del Presidente Sebastián Piñera. Más de nueve meses después de asumir el gobierno, su proyecto de llevar la paz a la Araucanía, logrando, como ha dicho reiteradamente, lo que ningún gobierno anterior (¿incluyendo el suyo?) ha hecho hasta ahora, los tropiezos son considerables.

La remoción del general director de Carabineros Bruno Villalobos en cuanto llegó a La Moneda, no mejoró sustancialmente la situación. Por el contrario, desde el interior de la policía uniformada surgieron problemas desde ese mismo día. Un funcionario “filtró” un informe acerca del joven teniente Hermes Soto sometido a sumario por frecuentar “casas de lenocinio”. Meses después, sucedió lo peor: tras la muerte del comunero Camilo Catrillanca se produjo un gravísimo intento de ocultamiento de la verdad.

Casi un mes después, el propio director general planteó en una dura carta que «no podemos seguir por el camino equivocado de la mentira, del abuso de poder, del uso innecesario de la fuerza y menos del empleo indiscriminado de las armas».

Pero el mal estaba hecho. Lo que se ha puesto en cuestión, a fin de cuentas, es la gestión del propio presidente de la república.

El éxito en los negocios de Sebastián Piñera se basó en su capacidad de tomar decisiones con rapidez. Como no siempre hacía las consultas adecuadas, cometió no pocos errores. Pero los éxitos fueron siempre mayores. En La Moneda, el método no ha cambiado. “SP2” es muy parecido a “SP1”, aunque en algunas materias ha demostrado ser tan impaciente como cuando era solo un exitoso empresario

En los últimos días sorprendió con el anuncio del retiro del GOPE (nunca más se habló del Comando Jungla tras la muerte de Camilo Catrillanca) de la Araucanía. Es una medida que no le gusta a un sector importante de políticos, terratenientes y funcionarios de gobierno. Creen que implica un peligro para su seguridad. Pro es más que evidente que responde a la percepción del Jefe de Estado de que en su baja en las encuestas pesó la idea de que Carabineros había dejado de ser una institución confiable para la ciudadanía.

No es tan clara, en cambio, la razón por la cual puso marcha atrás a última hora en la firma del Pacto de Marrakech, salvo un gesto de buena voluntad a sus aliados más extremistas en la Derecha. O su irrefrenable impulso a culpar de todos los males a la Presidencia de Michelle Bachelet.

Ninguno de los argumentos oficiales -ver comentario- va más allá de justificar una decisión que rompe una larga tradición chilena en materia de política exterior y, sobre todo, de solidaridad de nuestro país comprometido con quienes buscan “un asilo contra la opresión”.

Aunque todavía falta para que el gobierno cumpla su primer año, el balance no viene bien aspectado.

 

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