Por Juan Carlos Douzet, ex Editor de la Sección Deportes de El Mercurio.
Conocí personalmente a don Alfredo Aceituno cuando llegué a hacer mi práctica profesional a Deportes de El Mercurio por allá por julio de 1970. Él comenzaba a tomar las riendas de la Sección, ya que sucedería a Julio “Piti” Moreno Toledano, pronto a jubilarse.
Pero lo cierto es que ya algo lo conocía de antes. Como veraneante de la por ese entonces mítica Ventanas, siendo niño había escuchado que su nombre estaba vinculado a la letra que se transformó en el himno del balneario y que hablaba de una «playita misteriosa».
También, sobre esas mismas arenas había visto edificarse mi gusto por un deporte nuevo para mí: el vóleibol. A la casa de mi primo Kiko Sánchez llegaban varios jugadores de los mejores equipos y de la selección nacional. Entonces, la diversión con esta disciplina -a la que siempre estuvo vinculado el Maestro Aceituno- estaba asegurada.
Volviendo a lo anterior, fue así entonces que fui descubriendo en la casona de Compañía y Morandé al Alfredo periodista deportivo, que sumaba una faceta muy importante al variado perfil laboral que ya traía.
Fue una década trabajando hombro a hombro con él, pero una década dorada porque su impronta no era sólo registrar el devenir deportivo sino influir en esta historia para mejorarla.
De allí surgió el fuerte impulso para grandes competiciones que nacieron al alero de El Mercurio y que hicieron vibrar a todo el país. Entre ellas, la Vuelta Ciclista y el Nacional Atlético Escolar como las más recordadas y con cierta continuidad hasta hoy.
Se traspasaba así una frontera bastante difícil. Para ello se había necesitado un líder como don Alfredo, que reunía la creencia de que el deporte es una actividad importante para la sociedad -tal como son la política o las artes-, con un perfil de seriedad y sobriedad. Algo bien distinto a la imagen de los periodistas de épocas anteriores, más de bohemia.
Todo esto respaldado por una familia, su familia, muy unida, pese a que por años tuvo a un par de sus hijos viviendo y trabajando en tierras lejanas.
Y bien complementada su vida por una extensa labor gremial desarrollada en el Círculo de Periodistas de Santiago y en el respectivo Colegio profesional.
Casi sin darme cuenta fui siendo capturado por este perfil de don Alfredo. Como dijo un colega, me fui transformando en un «hijo periodístico» del Maestro, y seguí sus pasos hasta llegar en 1987 a su mismo cargo de Editor de la Sección Deportes.
Y allí estuve… también por una década, hasta que, al igual que él, fui destinado a dirigir un producto nuevo: un diario resumido para suscriptores viajeros. ¡Qué similitud con la Edición Internacional que un tiempo antes él había dirigido!
En el último tiempo mantuvimos comunicación epistolar por «e-mail» y como hombre metódico que era, me advirtió hace años que quería que yo estuviera presente en su despedida y que ayudara a que no pasara inadvertida.
No pensé que él se iría este año con la primera hoja del calendario. Pero si lo pensamos bien, el 1, el de siempre primero, era el que le correspondía desde su época de gran deportista y entrenador.
Y el feriado aumenta más aún la singularidad, la excelencia. Lo recordaremos siempre, pero más aún en cada año que comienza.
Descanso en paz para el Maestro Aceituno.
Miércoles 3 de enero de 2024