Por Loreto Paillacar S.

El colega Alfredo Aceituno Darrouy, que encabezó el Círculo de Periodistas entre 1990 y 1994, recuerda con nitidez cuando se convirtió en presidente: “Me eligieron en la época en que asumió la presidencia del país el señor Patricio Aylwin Azócar. Estábamos prácticamente en la calle. El Círculo tenía muchas deudas, que fuimos pagando como podíamos”.

En este aniversario 116 del Círculo, Alfredo Aceituno es otro de los periodistas que serán distinguidos por su gran colaboración como dirigente de nuestra entidad.

Agradezco mucho esta distinción, pero yo ya estoy viejo. Estoy acá en mi casa, no me muevo desde que falleció mi señora, salvo para ir al médico que, afortunadamente, sólo es para controles. Estoy bastante sano, pese a que tengo 96 años. Me fallan los oídos y no converso bien, pero parece que tú me has escuchado bien”, bromea en esta entrevista vía Zoom, desde su hogar en Lo Pinto (Colina), una parcela que compró gracias a su jubilación en El Mercurio.

-¿Cuál es el momento que más recuerda de su paso por el Círculo de Periodistas de Santiago?

Iban a cerrar el Círculo, porque teníamos una deuda con la Compañía Chilena de Electricidad que era imposible de pagar. Juan Ramón Silva, mi amigo y gran director de radio, tenía un amigo, Roberto Zúñiga, dueño de los juegos Diana, era un viejito amigo de los periodistas y hasta les prestaba plata. Él nos dijo ‘yo tengo un amigo en la compañía, pásenme la cuenta’. Dos días después fue a verme, y este caballero había pagado la cuenta que era millonaria. ¡Salvó al Círculo!

Deporte y periodismo

Sus primeros recuerdos se remontan a cuando vivía en una parcela en calle Las Camelias (Providencia), a un par de cuadras del Estadio Francés; su segunda casa por muchos años.

En ese estadio, practicó deportes, y como espectador presenció grandes competencias de atletismo, tenis, natación y rugby. En esta última disciplina compartía con los jugadores y se entrometía en sus conversaciones sobre tácticas, técnicas y rivales.

“Era mi deporte favorito, aunque no lo había jugado nunca, pero iba a todos los partidos que se jugaban los fines de semana, desde cuando tenía entre once o doce años hasta los veinte”.

 Esa afición, finalmente, le permitió convertirse en periodista, de aquellos que no estudiaron en la universidad pero se forjaron en el día a día del reporteo en un diario.

Llegó a El Mercurio porque un compañero del Instituto Nacional –donde estudió- era periodista en ese diario y un día se enfermó, pero recomendó a Aceituno como reemplazo.

“Se realizaría un campeonato sudamericano de rugby -el primero que se celebraba en Chile- y no tenían quien lo cubriera. Y parece que lo hice bien. El «Piti» Moreno, quien era el jefe de la sección deportes, me dijo ‘tú te tienes que quedar con nosotros’ ”.

Así empezó su carrera como periodista deportivo: “Sabía natación, rugby, voleibol y un montón de deportes. Eso entusiasmó al “Piti”, porque tenían solamente periodistas de fútbol”.

Aunque tiempo después, también se convertiría en experto en fútbol: “Vino el Campeonato Mundial de Fútbol de 1962 -Chile había ganado la sede- y me designaron como periodista titular para cubrir todas las informaciones del certamen, tanto administrativas como deportivas, con la ayuda de cuatro colaboradores. Comenté todos los partidos”.

Llegó a ser jefe de deportes del diario y permaneció en el cargo por 20 años, trabajando hasta los fines de semana. Eso significaba dejar de lado la familia, en lo que reparó el dueño de El Mercurio, Agustín Edwards, y decidió nombrarlo director de la Edición Internacional, un resumen que aparecía una vez a la semana y que él mismo debió crear.

-¿Fue brusco el cambio de pasar de lo deportivo a un área diferente?

Claro. Me salí del deporte, pasé de estar acompañado a estar solo en El Mercurio. Tenía solo a cuatro personas conmigo, pero el dueño me puso a su hijo Cristián Edwards, el más joven a mi cargo. Era un cabro muy estudioso, venía de una universidad en Estados Unidos, era el principal trabajador mío.

Después, se eliminó la Edición Internacional; me pusieron de editor nacional, cuando ya llevaba treinta y tantos años en el diario. Fue la época cuando empezó internet.

Su legado en el Círculo

Alfredo Aceituno, como presidente o como socio hizo un gran aporte al Círculo de Periodistas. Muchas gestiones que significaron mejoras para la institución fueron sus iniciativas.

“Hicimos muchas cosas. Incluso nos acercamos al Ministerio de Educación, cuando don Ricardo Lagos Escobar era ministro. Me invitó a su oficina y nos ayudó a levantar nuevamente el Teatro Camilo Henríquez, que estaba cerrado. También rehicimos el servicio médico y me preocupé personalmente de las cabañas de El Tabo. Doné un pequeño jardín de juegos infantiles”.

También destaca el arreglo de La Taberna, y la época cuando fue posible remodelar la terraza del edificio de Amunátegui 31, creando un salón que fue bautizado con el nombre de Roberto Zúñiga: “Fue nuestro agradecimiento a ese hombre que nos pagó la cuenta de luz, Quedé muy contento con ese trabajo”.

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